Perder es como regalar
todo
Luis Fernando Tasceche
Red de Bibliotecas Públicas
Taller de crónica
Noviembre
de 2013
Era un jugador muy fuerte pero a la vez muy rápido en su
zona de influencia, razón por la cual se ganó el apodo de la Mosca Caicedo. Él es el típico muchacho
que en la barriada donde se juega el fútbol nace con unas condiciones
privilegiadas para poder destacarse de forma extraordinaria. Se llama Henry
Caicedo. Jugó en el Deportivo Cali, con la famosa Amenaza Verde de la que tanto
hablaba y escribía el periodista cubano-colombiano José Pardo Llada. Era el
jugador de fútbol que jugaba como defensa central y al mismo tiempo de lateral
y se ocupaba de detener los ataques que por el centro y por los costados hacían
los habilidosos atacantes de los equipos contrarios. Su función era cubrir su
posición y la del compañero de la defensa que estuviera más cercano. Era el
conocido stopper que se encargaba de
marcar con mucha rapidez y soltura a los delanteros más virtuosos del fútbol
que se practicaba en los setenta y los ochentas en Colombia. Su papel
fundamental era cortar los avances que se hacían en profundidad contra su
equipo y evitar las posibilidades de gol de los equipos que siempre le querían
ganar al Cali.
Siempre estaba muy pendiente, muy mosca, muy listo, siempre
atento y con una habilidad sorprendente. Tanto que su principal cualidad era
desbaratar los ataques de los rivales y salir adelante de la línea de 4 con la
pelota ganada, para poder llegar con amplias posibilidades de crear, desde su
posición, goles a favor de su equipo. Era el magnífico parador-armador que
complementaba al marcador central, ubicado a su izquierda, y se adelantaba a
los jugadores contrarios que venían atacando para quedarse con las pelotas. Era
cuando Henry aparecía para anticiparse en lo posible en el área de gol y
favorecer a su equipo glorioso. Así presionaba al oponente hasta recuperar el
balón, porque su sentido global de jugar el fútbol le permitía con su
permanente anticipación jugar con los volantes mediocampistas y generar
posibilidades de gol a favor de su equipo caleño.
Henry Caicedo, además de defender, tenía también la función de salida o de inicio en la construcción del juego y darse el lujo de hacer un pase de ataque en el Cali. Se trataba de un jugador con una muy buena capacidad técnica. Un gran exponente del fútbol por su forma de jugar. Alto y corpulento. Eminentemente cerebral. Sabía sorprender a los equipos rivales del Cali. Mostraba todo su virtuosismo marcando y teniendo a la vez la habilidad para salir jugando con toda tranquilidad y dominio del balón. La crítica del fútbol, tan emocional e instintiva, sólo podía asegurar que “Henry se sabía el libreto de memoria, porque era rápido, ágil y despierto como para poder cerrar las bandas, porque estaba muy atento y tenía muy buena reacción. También sabía buscar y presionar a las puntas contrarias y poder hacer pases de gol, por los costados o por la mitad.
“Grandes, y destacados como él, fueron Elías Figueroa,
Daniel Passarella, Marcel Desailly, Fernando Hierro, Ronald Koeman, Héctor
Chumpitaz, Domingos da Guia, Giorgio Chiellini, Fabio Cannavaro, Roberto Ayala,
Rafa Márquez, Heinze y Puyol”, afirma uno de los hinchas más connotados del
Cali, don Javier, caleño del barrio Villa Colombia. Caicedo es uno de los más
prominentes jugadores del fútbol colombiano en toda su historia porque su
biotipo era el ideal, corporalmente muy atlético, sabía cumplir la función del stopper en el fútbol moderno. Subir y
bajar continuamente. Bajar a defender. Subir a atacar.
A la Mosca Caicedo lo había visto en los últimos años,
pasar muy cerca por el famoso Puente Ortiz que atraviesa el río Cali. Lo he
buscado por varias partes de la ciudad. Me he visto en una encrucijada, porque
en los lugares donde me dicen que lo puedo encontrar, ya casi no va. En esa
ruta de búsqueda están varias personas ayudándome para poderlo encontrar.
Felipe nuestro compañero del taller, ha encontrado unas pistas. La mamá Dorian lo
ha buscado con un médico cirujano, que es un especialista en traumatología que
sabe de sus coordenadas, pero que me da unas opiniones muy dañinas que se
parecen a las mismas páginas amarillas, que violan la vida privada de todos los
ídolos, opiniones que algunos medios periodísticos fabrican cada vez que tienen
un mercado que explotar.
Consigo conectarlo por teléfono hasta que lo concreto, y
aunque duda mucho, insisto en que me dé la posibilidad de escribir unas páginas
que hablen desde su propia voz. Le explico de qué trata y él se inventa muchas
coordenadas para negarse, pero como la vida sigue siendo un ajedrez, le hago un
enroque y, finalmente, acepta que lo busquemos. Cuando me dirijo hacia ese
lugar, pareciera que me voy con todos mis amigos y recuerdos. Y ahí está, es
Henry Caicedo, el ser humano que muchos admiramos. La Mosca parece a un jugador
de basquetbol porque es muy alto. Todavía posee la misma figura con que lo
conocimos jugando fútbol en la cancha de la Cantarrana y cuando lo íbamos a ver
jugar en el mejor Cali de todos los tiempos: el Cali de Bilardo y de
Etchamendi.

La Mosca marcó una época en el fútbol y en la afición de Cali y de Colombia. Ya lo tenemos ahí cerca. Tiene una mirada muy cálida. Casi familiar. Es una mirada que revolotea como si estuviera volando por encima de los demás. Mira hacia varias partes, porque sabe que lo están mirando. Otros, lo observan cuidadosamente y en ese momento empezamos a descubrir que él es el personaje que hemos escogido para encontrarlo en nuestra literatura. Otras personas lo ven igualito a como lo ven todos los días. Es “don Henry”. Él se parece a esos niños africanos que se asoman al mundo para darle una ojeada con detenimiento, para mirar con perspicacia y prudencia lo que se mueve y gira en su órbita. Es como si se asomara a una ventana en la que puede ver todo lo que pasa alrededor de él, pero donde quisiera que jamás se suban a ese mirador desde donde él ve a los demás, porque si se descuida y deja pasar a alguien, lo pueden ver totalmente tal como vino a la tierra.

La Mosca marcó una época en el fútbol y en la afición de Cali y de Colombia. Ya lo tenemos ahí cerca. Tiene una mirada muy cálida. Casi familiar. Es una mirada que revolotea como si estuviera volando por encima de los demás. Mira hacia varias partes, porque sabe que lo están mirando. Otros, lo observan cuidadosamente y en ese momento empezamos a descubrir que él es el personaje que hemos escogido para encontrarlo en nuestra literatura. Otras personas lo ven igualito a como lo ven todos los días. Es “don Henry”. Él se parece a esos niños africanos que se asoman al mundo para darle una ojeada con detenimiento, para mirar con perspicacia y prudencia lo que se mueve y gira en su órbita. Es como si se asomara a una ventana en la que puede ver todo lo que pasa alrededor de él, pero donde quisiera que jamás se suban a ese mirador desde donde él ve a los demás, porque si se descuida y deja pasar a alguien, lo pueden ver totalmente tal como vino a la tierra.
Sus primeras palabras así lo advierten. Porque hay veces que prefiere quedarse allá dentro de su vida. Tiene miedo de hablar.
Todavía no hay confianza. Pregunta por mi nombre para saber a quién se va a
dirigir, porque necesita tener un referente con quién va a hablar. A lo mejor
es sólo tener un nombre. Aunque en varias oportunidades me da a entender que
está bien que hablemos de él, que está dispuesto a conversar de Henry Caicedo,
el otro ser que lo habita a él. En ese momento, comprendo que ya se va a dejar
entrevistar, nos va permitir conversar con su historia y con su memoria que se
esconde en la mirada de sus profundos ojos cafés. Por fin acepta que debemos
hacerlo ahí, en su trabajo. Nuestra insistencia se da porque en la calle o en
cualquier otro lugar se nos va a distraer y él sigue siendo una figura casi
mítica de la que se habla en las esquinas del viejo centro de la ciudad y sobre
todo en los tertuliaderos del fútbol y lo que necesitamos es que esté atento,
que le ponga atención a la conversación que le estamos planteando.
Hablar de su vida, conversar sobre todo lo que ha sido su
vida en el fútbol. Decido decirle: “maestro Henry, es mejor que hagamos la
entrevista acá para que podamos sacar adelante el trabajo”. Asiente con su
cabeza y su rostro, se ríe, juega con sus ojos. Le solicita permiso a su jefe,
el señor Notario de la Notaría. Enseguida entramos hacia unas oficinas que
están muy contiguas, una de la otra, y que están muy atrás de la entrada. Henry
le pregunta a una abogada si le permite que nos sentemos en las sillas que
están al frente del escritorio donde ella está despachando, y ella responde: “no
hay problema, Henry, atienda al señor”.


Me siento a su lado y comienzo a hablarle por el lado
derecho de su cabeza para que me escuche perfectamente y podamos dialogar muy
concentrados en el tema que vamos a descubrir. Lo hago por todos los consejos
que dan los neurolínguistas, que hablan de hablar por el lado de la
inteligencia emocional, hasta que le pregunto:
— ¿Cuando decidió jugar fútbol?
—Desde muy niño lo practiqué. Tuve esas condiciones desde
los cinco años de jugar al fútbol. Lo hacíamos en la cancha de la Flora. En el
barrio Fátima.
— ¿Dónde vivía tu familia?
—En el barrio Fátima, desde el año 55, 56. Yo nací en el
52.
— ¿Dónde estudiaste?
—En la Escuela General Santander.
— ¿Allá tenías un maestro que te fuera iniciando?
—Siempre los maestros me apoyaron, vieron mis condiciones
desde niño. Estudié en varios colegios, además del General Santander, en el
Beato Marcelino Champagnat, Jesús Obrero, y en ellos siempre practiqué el
fútbol y me destaqué.
— ¿Te recuerdas algún profesor que fuera el que más quiso o
más le dio apoyo a Henry Caicedo?
—Sí, el profesor Banguero en el Barrio Obrero. Siempre me llevó
a basquetbol porque jugué bastante ese deporte. Lo jugué bastante bien con el
fútbol. Siempre en la selección de la Escuela me metía.
— ¿Cuándo jugaste basquetbol, de qué jugabas?
—Jugaba de armador, de 10. Me iba bien pero me incliné por
el fútbol.
— ¿De dónde nace la idea que lo llamen para jugar en el
Deportivo Cali?
—Jugando justamente en el barrio Obrero y en campeonatos
intercolegiados. Al barrio Obrero y a la cancha iba mucho veedor a observar
jugadores, como el señor que en paz descanse, don Víctor Celorio del Deportivo
Cali.
— ¿Ese señor cómo lo descubre, qué le dice?
—Él fue a verme jugar en las canchas del barrio Santander y
en las del barrio Salomia y me dijo que él venía del Cali, que quería que yo
fuera del Cali.
— ¿Y cómo se da ese traspaso?
—Bueno, yo le explico mi situación, porque en el momento en
que estaba no tenía ni zapatos de fútbol y le dije que tenía que hablar con mi
padre, que fuera a mi casa y le dejé los datos. Entonces, habló con mi padre y
a la semana estaba trabajando con el Cali.
— ¿Cómo se llamaban tus viejos?
—Jorge Caicedo Ramírez y Marta Delia González de Caicedo, que
en Paz Descanse.
— ¿De dónde son ellos?
—Palmirana y mi padre bonaerense.
— ¿Tú tienes origen de Buenaventura?
—Sí, claro.
— ¿Y algún día jugaste en Buenaventura?
—No. No, nunca. Iba a pasear, pero nunca jugué allá.
— ¿Por qué?
—No, porque yo vivía en Cali.
—Maestro, después ¿qué entrenador le toca en el Cali?
—Me tocó con varios. Inicialmente con
Edgar Mallarino Domínguez como principiante, como jugador de formación. Después ya pasé a la profesional.
Edgar Mallarino Domínguez como principiante, como jugador de formación. Después ya pasé a la profesional.
— ¿Qué te enseñaba Edgar? ¿Qué fue lo que más te enseñó?
—Más que todo la salida de atrás. Salir bien del cabezazo.
Qué jugara a la pelota bien. Salir de atrás con la pelota dominada.
— ¿Te perfeccionó mucho?
—Sí, sí. Un gran entrenador. El mejor técnico que he visto
en mi historia a nivel de formación del jugador, a nivel formativo.
— ¿Cuántos años estuviste con él?
—Cerca de diez años en el Cali.
— ¿En qué canchas?
—En el Limonar del Deportivo Cali. Y a veces en la Base
Área.
— ¿Qué jugadores eran complementarios con Henry Caicedo?
—Yo jugué con Echeverry, jugué con Miguel Escobar, en la
profesional jugué con una cantidad de jugadores que hoy en día no recuerdo su
nombre, pero me dejaron un buen momento.
— ¿Usted alcanzó a conocer a Oscar López?
—Sí, sí. Él fue mi profesor como profesional, fue a el que
más le aprendí.
— ¿Tomaste ciertas cosas de él?
—Sí, sí.
— ¿O de Miguel Escobar?
—La salida más que todo de Oscar, porque él estaba
empezando y nosotros hacíamos las prácticas con la profesional. En las
prácticas yo lo miraba mucho. La forma de pararse, encimar, de saber dominar el
área. El me dejó bastante a mí.
— ¿Qué otro jugador era complementario con Henry Caicedo?
— ¿Cómo es esa relación de amigos?
—Excelente, nos vemos siempre, cada ocho días, en el barrio
Olímpico, donde charlamos y jugamos picados de dos horas, todos los domingos a
la misma hora.
— ¿Allá se ven?
—Sí, con Arboleda, con Miguel, con el Moño, con Barbi Ortiz, la gente que ha jugado
fútbol profesional, un grupo de tipos que están involucrados en el fútbol, que
han sido profesionales en las Empresas Municipales, abogados. Tenemos un grupo
muy bueno.
— ¿Y ¿a qué horas juegan?
—Jugamos a las diez de la mañana en el Benny Moré. Somos casi
cuarenta jugadores, entonces, hay que cambiar, hacer bien los cambios, pero ahí
vamos todos. Jugadores ya de cincuenta.
— ¿Cuántos años tienes?
—Sesenta.
— ¿A esta edad que es lo que más te ha gustado del fútbol?
—Todo. El fútbol, para mí encierra todo. Esa es la dicha
mía en mi vida. Jugar, jugar y pegarle a una pelota. Y no me olvido. Estoy en
él siempre.
— ¿Qué significa cuando uno le nombra a usted a Salvador
Bilardo?
—Es importantísimo su nombramiento, su conocimiento.
Haberle visto su trabajo. Haber trabajado con él. Para mí fue muy
satisfactorio. Muy grande. Un técnico de esa capacidad, un ex jugador de
Estudiantes, con la experiencia con todos esos jugadores de Estudiantes de la
Plata. Campeón del mundo de clubes. Haber venido a Colombia a dirigir el
fútbol, eso fue importantísimo para nuestro fútbol.
—Él es la persona que más habla de usted, ¿cómo se siente
cuando lo hace y se refiere usted como jugador?
—Grande. Imagínese, esa sabiduría de Carlos, que lo veamos
como lo que era, uno de los mejores del mundo, que lo veamos como el amigo,
como señor, como técnico. Que no lo dejábamos sentirse solo.
—Henry, ¿qué es lo más difícil en el futbol?
—Todas las cosas son difíciles pero, para mí, prácticamente
nunca encontré lados difíciles. Lo que pasa es que cuando uno corrige los
errores, pues ahí se da cuenta de las dificultades. Pero el fútbol es divino.
Nace en uno como pasión. El fútbol es una pasión.
— ¿Cuál era el jugador más difícil que usted tenía que
cubrir como atacante contrario?
—El que me tocó marcar fue a Pelé en el Yanqui Stadium de
Nueva York. Ese fue mi compromiso más importante en la vida. Marcar a Pelé.
— ¿Y lo logró?
—Aunque se movió mucho, al negro lo marqué bien. Ese día no
la metió allá. Va conmigo en la memoria ese momento definitivo, lo marqué, mano
a mano. Y le gané.
— ¿Y qué te alcanzó a decir el Rey?
—Él dijo, en la entrevista, que le había gustado, el número
3 “du Colombia”. “Multo bien. Multo bueno”. Eso, en ese entonces, me gustó
mucho todo lo que sucedió ese día. Zape le gustó mucho a Pelé porque ese día
trabajó muy bien.
—Y ¿cómo fue su relación con Pedro Antonio?
—Excelente. Es un amigo importantísimo en mi vida. En mi
vida deportiva y en mi vida social. Ahora está en el Ecuador con Reynaldo
Rueda. Allí trabaja la preparación de arqueros en Ecuador. Y para nosotros,
para el fútbol, para nuestra familia, para él, es un paso muy importante el que
ha dado en el Ecuador. Es un paso muy importante en su carrera deportiva.
— ¿Maestro Henry, pero en realidad: ¿qué es un stopper?
—Es el tipo que va sobre el número nueve, que va encimando al
número nueve, que sale hasta la mitad de la cancha, que arriesga, es una
presión difícil, pero afortunada también.
— ¿De dónde sale esa clase suya?
—Siempre la tuve desde niño y me gustó jugar así, jugar bien
al fútbol. Es una profesión que los demás no la miraban bien, pero nunca fui
violento, ni de pegarle patadas a otro. Divertirme y manejar bien el balón.
Manejar bien el cuero.
— ¿A usted lo sacaron algún día de la cancha de juego o del
estadio?
—No, nunca. Jamás. No.
— ¿Qué es lo que más le gusta cuando está jugando fútbol?
—Que la gente vaya, que aplaudan, que estén ahí. Que la
gente esté bastante dentro de la cancha, que nos esté viendo, que se diviertan,
se distraigan, se relajen.
—Si la gente quiere jugar fútbol, ¿por qué debe parecerse a
Henry Caicedo?
—Son cosas que no son fáciles. Pero, si quieren llegar al
momento grande que yo llegué, que tengan convencimiento de sus condiciones. Si
tienen ese convencimiento lo logran.
— ¿Se llega?
—Sí, sí, claro, es posible.
— ¿Cuál jugador, ahora, juega su fútbol?
—Uno que está saliendo muy bueno es Cristian Zapata. Viene
jugando un fútbol de mucho nivel. Con tranquilidad y con buena salida desde atrás.
— ¿Lo ves así, con ese perfil?
—Tiene condiciones. Las tiene bastante buenas para
internacionalizar nuestro fútbol.
— ¿Cuándo Bilardo lo pone en ese lugar tan grande en el que
lo puso, usted que sentía?
—Al momento, me gustó mucho, porque a mí me gusta ganar, a
mí perder no me gusta nunca. Me gusta siempre ver el rival y no darle la
oportunidad y esa posición que puso Bilardo de stopper, daba para que yo me luciera. Al lucirme me fui conectando
con una forma de hacer el fútbol.
— ¿El basquetbol le ayudó a jugar de esa manera?
—Sí, sí, claro. Crecí bastante y me dio mucha movilidad. Me
dio saltabilidad. Rapidez.
— ¿Por qué le pusieron la Mosca, quién le puso así?
—Siempre me hacen esa pregunta. Tengo un amigo en mi barrio,
en el Benjamín Herrera…
— ¿Cómo se llama él?
—…Oscar, y le decían La
mosca. En el momento no acuerdo el apellido.
— ¿Era del barrio Santander?
—Era del Benjamín Herrera. Él ya se fue. Yo andaba con él
todos los días, a toda hora. Le decían: “Oscar, oh, mosca”. Y él mismo se decía
a sí mismo como repitiendo un coro infinito, contestando a los que lo llamaban:
“Mosca, mosca, cuidado, mosca”. Él se llamaba a sí mismo Mosca. Entonces, de un momento a otro, él se fue y me dejaron el
sobrenombre a mí. Me lo pusieron en el barrio Benjamín Herrera. Por esa época
fui a jugar a la cancha de Loncha, la
cancha de los Solarte, de los Gallego, de los antiguos jugadores del Cali, donde
ellos me iniciaron en el fútbol fuerte de la época. En Loncha era donde se
jugaba el fútbol de más tradición de la ciudad de Cali, donde estaban los
grandes futbolistas que habían hecho historia en el fútbol colombiano. Allá en
Loncha me pusieron Mosca.
— ¿Loncha es como
la cancha más consagrada del fútbol de Cali?
—Se le dice así porque dizque la tuvieron unos chinos.
Ellos hicieron allá algunas vainas, y la cancha fue una de esas cosas que
dejaron. Luego se marcharon. El chino se llamaba Long Chang.
—En el juego del fútbol cuando se pierde ¿qué se siente?
—Una nostalgia grandísima, imagínese. Perder es como
regalar todo. Claro, que pocas veces me tocó estar triste por haber perdido.
Perdiendo en el fútbol, pocas veces viví eso. Siempre fui un ganador.
— ¿Y un hombre ganador qué siente cuando los demás pierden?
—Te da un poco de lástima. Te da un poco de algo que no te
atrae, pero sabes que te tira al piso, te tira atrás, porque no pensás bien las
cosas, te embrutecés. Es como perder, después de haber dado algo muy tuyo.
Perder no da.
— ¿Lo que más le gusta es quitarle el balón al otro? Eso
que nos acaba de describir, ¿es lo que se siente cuándo le quita el balón al
otro?
—Sí, claro, quitárselo. Y comenzar a organizar desde atrás,
salir bien desde atrás, pegarle al arco. Llegar con la pelota ganada. Llegar
allá. Eso para mí es importantísimo.
—Nos cuentan que usted hizo uno de los mejores goles frente
al Junior. ¿Es verdad?
—Siempre a todos les hice goles. A cada uno. Goles muy
buenos. Me recuerdan muchos arqueros a los que les hice goles. Tuve las mismas
virtudes de niño que ya adulto. Le di muy bien a la pelota. Entonces, hice
goles que todavía están en el recuerdo y la retina de las gentes aficionadas al
buen fútbol.
— ¿A quién más le aprendió a pegarle tan bien a la pelota?
—Yo veía mucho a Pepe Romeiro que jugaba en el Cali, un
brasilero, jugaba mucho, era buenísimo. Decían que le pagaban algunos partidos
para que no jugara tanto. Nivaldo era otro que jugaba muy bien y le pegaba a
los tiros libres, perfecto, muy fuerte a la pelota. A todos esos les aprendí. Jorge
Olmedo Méndez, un argentino, le pegaba muy bien a la pelota parada, y yo
observaba cómo le metía el pie, como se paraba. Uno con cada jugador que iba
llegando, iba aprendiendo algo. Viendo algo. Iba mejorando las capacidades y lo
que sabía lo iba cambiando. Iba aprendiendo algo más de pegarle a los tiros
libres. Era pegarle duro pero con mucha técnica.
— ¿El balón qué es para usted?
—Es un elemento importantísimo dentro de la cancha, que
mueve prácticamente a los dos equipos.
— ¿Y las tácticas?
—Es importante dentro del sistema de un equipo. Cómo juega,
cómo se maneja, qué clase de pensantes tiene un equipo, qué clase de gente
tiene este club.
—Con la pelota quieta, ¿usted hizo algún gol?
—Todos. Sí. Todos. Toda pelota quieta a quince o veinte
metros, regularmente de tiro libre la metía. De dos o de tres que pegaba, metía
una. Eso es muy bueno.
— ¿Usted recuerda un lugar que se llama la Cantarrana,
dónde iba hace mucho tiempo a jugar fútbol con toda la barriada?
—Sí, ahí en el barrio Champagnat.
— ¿Le gustaba esa cancha?
—Claro, que sí. Ahí jugábamos. No era una cancha muy
grande, pero se divertía uno. Allá se jugaba era el picao. Se jugaban unos
picaítos muy chéveres. Ahí iba mucha gente a jugar futbolito, fútbol, pero se
gozaba mucho.
— ¿Con William Ospina también jugaste en Cantarrana?
—Nos veíamos y nos íbamos a jugar allá con los jugadores de
los equipos “amateurs” de ese momento en el Valle del Cauca. Igualmente, con
gente de ese sector que era muy buena. Los hermanos de Diego Henao jugaban
siempre con nosotros, jugaban la recocha. Los Urresta, los Pecho Hurtado. Arlets
Corredor, el luchador olímpico, jugaba muy sabroso, inspirado. Cotorra, que fue
primer pitcher del Valle en ganarle a los pitcher costeños. Tanta gente.
— ¿Por qué iban tanto a la Cantarrana?
—Oh, porque era muy bueno estar allí y se pasaba bien.
— ¿Qué otros entrenadores usted recuerda?
—Profesionales, muchos. Recuerdo cuando me iniciaba en el
Benjamín Herrera, al profesor Esteban Lucumí Solarte...
— ¿Por qué ese señor?
—… y también a don Edgar Mallarino Domínguez. Ellos me
dejaron muchas cosas en la formación inicial, me enseñaron cosas importantes,
que hoy todavía me siguen fortaleciendo.
— ¿Qué otros entrenadores?
—Luján Manera me dejó todo su trabajo técnico y táctico. El
Caimán Sánchez que me dirigió en una Selección Colombia. Todor Toza Veselinovic
que fue cuando jugué en los Juegos Olímpicos de Alemania en 1972.
— ¿Cómo les fue allá?
—Nos metieron una goleada, porque jugamos con equipos como
Alemania e Inglaterra.
— ¿Fue muy duro?
—Sí, muy difícil. Nos metieron cinco en el primero. Y seis
en el otro. Entonces, nos pusieron el equipo del cinco y seis. A todos
nosotros. Qué lástima. Pero participamos.
— ¿Estuviste triste?
—Sí, claro, porque fueron muchos goles. Estábamos muy jóvenes.
Jovencitos.
—Era una selección maravillosa.
—Sí, fuimos de todos modos a tratar de hacernos grandes.
Allí estaban Willington Ortiz, Ernesto Díaz, Antonio Rivas, Henry Caicedo, jugaban
también Jaime Morón, Vilarete. Jugadores importantes que, después, en dos o
tres años ya eran grandes, importantes en el fútbol suramericano.
— ¿Usted conoció al Pulpa Etchamendi?
—En Paz Descanse. Claro. Me quiso mucho.
— ¿El sufría mucho con usted?
—No, él no sufrió porque en el momento tratamos de
mantenernos y mantenerlo. Pues uno lo que quería era jugar bien. Se sufría
algo, pero sufríamos todos.
— ¿Pero lo quería mucho?
—Intensamente. A todos nos quería. A los “negros del Cali”,
que era la frase con que nos cobijaba.
— ¿Cómo les decía?
— ¿A don Alex, le decía eso? ¿Qué es don Alex para usted?
—Importantísimo. El dirigente más grande que ha tenido el
fútbol colombiano en toda su historia. De eso no hay duda.
— ¿Lo regañaba, lo cuidaba?
—Siempre iba a la cancha, por ahí una vez por mes. Nos
hablaba. Era un tipo con mucho temperamento futbolístico, excelente. Le metía
mucha mente al asunto del fútbol. Sabía mucho. Le metía mucho espíritu.
— ¿Entonces, ese espíritu lo marcó a usted también?
—Claro, con su personalidad, con su criterio. Todo ese
patrón de comportamiento lo copiamos muchos jugadores de él. Su personalidad.
Su lealtad. Su honestidad. Su carácter. Eso era importantísimo. Todo lo que era
él. Para los jugadores del Cali era muy importante tener un dirigente de esa
calidad humana. Teníamos que copiarle a un tipo tan serio y tan lleno, dedicado
a su Club.
— ¿Para ustedes era muy difícil jugar contra el América,
con todo lo que decían del América?
—No, no para nada. Sabíamos que había que jugar bien y con
más respeto. Uno lo enfrentaba porque son partidos bastante difíciles. Por
supuesto uno sabía que le tocaba arriesgar, mantenerse. A nivel de ciudad era
muy difícil. Pero, también importantísimo. Para la gente también lo era, porque
la gente iba muy contenta y muy feliz. Veíamos al americano y al caleño con
toda su indumentaria, eso era muy bello, muy multicolor, era una fiesta
deportiva. Eso era muy bello para nosotros como jugadores. Eran partidos muy
difíciles por supuesto.
— ¿Hoy cómo ves eso de las barras bravas?
—No. No. Yo ya no voy al estadio más. Porque no soy partícipe
de esas actividades, como la violencia en el fútbol. ¿Cómo se les va a ocurrir
llevar la violencia al fútbol?
— ¿Pero lo críticas?
—No. No. Eso es un absurdo. Eso no es el fútbol. A los
jugadores del fútbol ese cuento no nos gusta para nada.
— ¿Qué opción le das a eso?
—No comparto ese estado de las cosas. Primero que todo debe
hacerse un programa desde los jugadores de fútbol, que nos llamen para hablar
con esta gente, para indicarles lo que es el fútbol. El fútbol no es violencia.
Es un deporte, es algo muy lindo que une al pueblo. El fútbol es deporte.
Entonces, ¿cómo lo vamos a descomponer así de esa manera tan brutal?
— ¿Qué vamos a hacer con ese problema?
—La gente que maneja el fútbol tiene que pensar cómo se
puede mejorar esa situación.
— ¿De toda su experiencia, cuál es el equipo más difícil
que ha tenido al frente, que más le causó problemas?
—Del fútbol colombiano fue Millonarios, porque fue un
equipo grande.
— ¿Siempre?
—Ganarles fue muy difícil, aquí en Cali o en Bogotá. Era un
equipo muy difícil.
— ¿Se les crecía?
—Tenía una nómina muy grande. Después del Cali, yo admiré
mucho a ese equipo.
— ¿Su padre le enseñó ese respeto por el Millonarios?
—Siempre. Era de respeto. Me gustaba su uniforme, me
gustaba su categoría, su calidad, su grandeza, la forma como se paraban en la cancha.
— ¿Cuál ha sido el mejor gol que usted ha hecho?
—Todos. Pero se lo hice a Millonarios, precisamente. El
arquero no lo recuerdo. Fue un tiro libre por encima de la barrera y el arquero
ni la vio. No la vio porque le pegué durísimo. Les pasó por la cabeza y siguió
derecho. Estaba Biazuto, creo.
— ¿Entonces, le gustó ese gol?
—Claro, grandísimo. De veinte metros y con todo. Por encima
de la barrera. Buenísimo. Pero, fuerte.
— ¿De todos sus compañeros, cuál es el que más recuerda
siempre?
—Siempre se tiene un amigo muy especial. Ese ser humano es
Jairo Arboleda. Ese es un gran amigo mío, lo quiero mucho. Y mucho es mucho.
— ¿Por qué a Jairo? ¿Por ser el Maestrico Arboleda?
—Por todo ese fútbol que jugó.
— ¿Todavía se ven?
—Claro, lo veo cada ocho días.
— ¿Siguen jugando?
—Ese juega, es enfermo por jugar siempre. Y como amigo como
persona, es único.
— ¿Usted lo quiere y lo respeta mucho?
—Claro. Es un gran ser humano.
—Maestro Henry, ¿las mujeres lo han perseguido mucho?
—Siempre porque la publicidad es una parte de toda esta
vida social del fútbol, y nosotros nos vamos con las mujeres porque a ellas les
gusta salir a hablar, a conversar, a estar compartiendo. Ellas siempre preguntan
mucho, quieren saber de todo. La publicidad vive de nosotros y vivimos
de eso también. Saber cómo es el cuento de los equipos. Qué día fue o que no
fue que estuvieron en tal gira. Qué como es el trato que nos dan en el
extranjero cuando vamos. De todo, lo que
nos hace vivir la misma publicidad que hacen de nosotros.
-Hoy usted está recuperado, ¿qué es lo que más le da de
gracias a la vida o usted es creyente?
-Totalmente. Bueno, voy a la Iglesia Cristiana. Y lo más
lindo que pueda tener en mi vida es mi salud. Tengo una salud muy buena y
gracias al Señor trato de mantenerla.
-¿Fue muy difícil esa época?
-Sí, sííííííí. Sí, estuve en la calle. Estuve casi tres
años o cuatro años en la calle, andando con gente mala. Afortunadamente no me
pasó nada grave. Tuve la oportunidad de hacer un trato con la gente del Cali,
hable con ellos y me mandaron a una parte a descansar. Fui a Cuba y eso me
sirvió mucho. Gracias al Señor, en Paz Descanse don Humberto Arias, el Gerente
del Deportivo Cali, que el que me dio esa oportunidad, de haber recuperado mi
vida.
-¿Lo protegió?
-Totalmente.
-¿Qué tal es Cuba, en ese proceso?
-Sí, no lindísimo. Justamente eso me dio muchas enseñanzas,
viviendo en esa ciudad de la Habana. Me fui a las playas donde encontré gente
nueva. Cuba es un país muy sano y eso me colaboró mucho a mí, en toda mi
recuperación.
-¿Cuántos años estuvo en Cuba?
-Estuve casi un año.
-¿Ese es un proceso muy largo?
-Iba por tres meses y me quede el año, porque no alcanzaba
todavía a estar pleno, con mis condiciones recuperadas. El Cali me dio, ese
permiso y me dio esa oportunidad, don Humberto Arias de que me quedara allá de
que no había problema, en que año fue eso. En el año 83.
-¿Fue definitivo en su vida?
-Sí, claro. Te sientes recuperado del 80 al 90% de todo tú
ser anímico por eso es definitivo. Si, totalmente, porque me recuperé. Encontré
una gente muy buena en Cuba. Unos médicos excelentes. Unos traumatólogos. Unos
psiquiatras. Unos deportólogos. Unos psicólogos. Seres buenísimos. Toda una
clase especial de seres y de médicos, que me veían como estaba físicamente y
anímicamente, me veían como estaba mentalmente.
-¿Quisiste jugar allá fútbol, les enseñaste?
-Entrené mucho fútbol con ellos. Con unos cubanos muy
especiales, que conocieron un poco de mi historia como deportista y fueron a la
Clínica y me pidieron que los entrenara. Aproveche ese tiempo a compartir con
ellos y aprendieron algo.
-¿Hoy está enseñando fútbol?
-Trabajo con un grupo de veteranos en el barrio el Dorado y
en el barrio Olímpico, todos los domingos. Hacemos partidos y estamos allá.
Pero, en el Cali trabaje como cuatro años, entrenando a los niños también.
Fuimos campeones en Bogotá. Se han hecho en el fútbol y han sido muy
importantes.
-¿El maestrico Jairo Arboleda todavía está en el fútbol del
Cali?
-Él sigue en el fútbol con el Cali, como preparador de
muchachos a nivel formativo. Todavía permanece allá.
-¿Haciendo y cultivando la cantera futbolística?
-Claro, que sí.
-De toda su experiencia, ¿qué es el fútbol?
-La vida para mí, es la vida. Lo es todo.
-¿Cómo se define el fútbol?
-Es una actividad donde se trae mucha gente, sé es amigo de
todo el mundo Sós amigo de muchas personas. Tenés un color de tú equipo. Es una
sociedad. Cantas.
Empieza a cantar, recuerda un mochito: “yo conocí amigo en
este equipo”, sigue tarareando y ese queda mirando en un punto medio perdido
como recordando algo. Vuelve y retoma el diálogo.
-El fútbol es una sociedad, es una sociedad donde se nace y
se vive del fútbol, de esa idea común de saber jugar y tener un estilo. Una
sociedad donde se vive el deporte.
-¿Qué es la hinchada?
-Parte de la vida. Parte de uno.
-¿Quién es para usted don José Pardo Llada?
-Excelente ser humano. Excelente periodista. Excelente ser.
Un amigo.
-¿Lo cuido mucho?
-Sí, siempre, cuando yo iba a su oficina me trataba muy
bien. Y cuando estaba saliendo me dio mucho realce, me dio mucha publicidad,
como “el pate burro”, me decía.
A sottovoce, a baja voz y un poco arroncada Henry lo imita:
“Pate burro, vos sos un pate burro”.
-¿Por qué le decía sí?
-Porque le pegaba muy fuerte a la pelota. Me repetía
siempre: “sos un burro”, “el verdadero burro”, -con ese acento de José que era
muy caribeño, muy cubano y con una voz ronca. Todo por el hecho de que le
pegaba muy fuerte a la pelota.
-Pero, en el fútbol, usted fue un hombre muy elegante,
¿nunca golpeaba a la gente?
-No. Nunca. Nada de eso. Jamás le di a un compañero. Nunca
le pegué una patada a nadie. Para que si el fútbol es nuestro trabajo. El
fútbol es una sociedad donde hay que tratar bien al otro. Porque el otro
también de ese como uno. Esto es un trabajo. Como va a lesionar uno a alguien,
eso es una irresponsabilidad. Para qué si después viene el arrepentimiento más
grande del mundo. Por eso, puedo decir francamente, que nunca tuve violencia
contra ningún jugador. ¿Para qué hacerlo?
-¿Cuál es el mensaje que usted le puede dar a la gente: de
qué es el fútbol?
-Que vayan más al estadio. Que hagamos el deporte. Que
compartamos. Que vivamos con el deporte. Que hagamos paz. Que hagamos
tranquilidad. Que hagamos vida. El fútbol es la vida.
-¿Y a los jóvenes que les dirías?
-Que estudien y que se preparen, que no se metan en
problemas, que no crean en la gente hipócrita. Que sean tipos tirados para
adelante. Que tengan una visión totalmente diferente. Muy diferente a la que
tuvimos hace veinte años. Que no creíamos en nada. Que hay que creer en las
cosas positivas.
-¿Cómo es eso que no creían en nada?
-Sí, cuando nos
decían: “Que no hagas eso.” Y uno contestaba: “Yo lo hago porque me da la
gana”, “Que porque yo gano así. Que porque yo cobro”.
Él se toma un tiempo, vuelve a quedarse pensando, y
continúa: “Al mismo tiempo esa terquedad nos llevó al fracaso. A algunos”.
-¿Qué es lo que más recuerda de su padre?
-Ahh, totalmente, bello.
Se queda pensativo y se pone en una situación de profunda
tristeza. Llora, es una cierta melancolía que es muy fuerte, en un ser que en
ese momento deja brotar toda la fuerza de un recuerdo que le deja sólo cariño y
una inmensa amistad por el ser que más lo cuidó. La persona que lo guiaba y que
luchaba porque no perdiera el cauce.
Entonces, espero que vuelva a la normalidad, a ese estado
en el que íbamos. Se seca con sus inmensas manos las lágrimas que le han
brotado de su enorme conciencia de hijo rebelde. Hasta que quiero cogerle
nuevamente el hilo a la conversación.
-¿Henry, podemos hablar de madre?
-Es más duro todavía, porque lucho muchísimo por mí. Estuvo
pendiente. Oraba mucho por mí. Me duele mucho. Por eso, lloró. Ese es un
recuerdo muy profundo.
Lo dice con su voz entrecortada, mueve sus dos manos. Para
su diálogo. Agacha la cabeza. Toma aire. Parece decir que ya no quiere hablar
más. El tema, lo ha llevado a recordar la vida de todo sus ser, ese es el ser
que se enmudece, que revela casi su alma de niño africano, con ese pasado que
lo envuelve en una nostalgia infinita y de la que quisiera salir volando y
perderse. Correr. Jugar. Cierra los ojos. Medita. Respira profundo. Se seca la
humedad que le ha producido las lágrimas con su pelo. Se soba su cabello ya
canoso. Repite en silencio, hasta que murmura: “¡ay mi madre!”.
Me mira con sus ojos grandes y encharcados. Su voz ronca:
“sigamos Fernando”.
-¿Esta ciudad lo ha querido mucho a usted?
-Siempre. Sí, claro, Cali me ha dado mucho. El calor humano
de la gente es muy hermoso. La gente es muy buena conmigo. He viajado por
muchos países. Son treinta países en los que estuve y conocí. Muchas ciudades
del mundo. La ciudad de Cali, es lo más importante.
-¿Y la Argentina?
-Es un lindo país. Una linda cultura. Pero, muy lejano de
lo que somos nosotros, realmente. Todavía son muy diferentes.
-¿Salvador lo ha vuelto a llamar?
-Siempre se comunica conmigo una vez al año, o a veces son
dos veces. De pronto viene a Colombia, a él le gusta venir acá a ver y orar
donde el Milagroso de Buga. A él le gusta venir acá a visitarnos y a estar con
nosotros. Estar unos días.
-¿Juegan?
-No, con él es que le gusta estar en las casa de nosotros,
ir a los barrios de nosotros y como es amigos de todos, le encanta saludar,
conversar con la gente. Él sabe compartir con todos. Él nos busca a todos los
del Cali de ese tiempo. Habla con el “Pecoso” Castro. Habla con el Miguel
Escobar. Con todos habla.
-¿Es un hombre entrañable?
-Totalmente. ¡Qué técnico ese! ¡Qué gente!
-¿Qué es lo más entrañable con su alma? ¿En sus diálogos?
-Que siempre fue un tipo muy humilde. Hasta para el vestir.
Llevaba los pantaloncitos. Llevaba una camisetica. Con unos tenis. Un tipo con
esa grandeza y con esa comunidad, con esa humildad. Para nosotros, era grande
eso. Sigue siendo grande. Verlo así de sencillo. Un tipo tan importante. Un ser
tan humilde, es así cada vez más grande.
-¿Cómo lo saluda?
-Como beso y todo eso. Es de un afecto muy grande. Con
abrazos muy fuertes. Lo estrechamos como una extensión de nuestro corazón
porque es un gran amigo.
-¿Los invita a comer?
-Nos lleva al Inter, al hotel. Nos lleva a muchas partes.
Somos sus invitados de honor. Lo que debía ser al contrario, pero esa es su
gran humanidad. Él es la adoración cuando viene por las casa de nosotros. Es
para encontrarnos de nuevo. Pareciera que vuelve a vivir, como los momentos más
importantes de su vida. Por eso es tan entrañable, entre todo el grupo de
nosotros. Es una familia. Salvador significa una familia. Significa un estilo,
una conversación. Una vida. Una vida muy intensa.
-¿Cuándo se encuentran con Arboleda de qué conversan?
-Conversamos siempre de fútbol. Siempre se nos vienen a la
memoria muchos recuerdos. Sobre de recuerdos que nosotros recordamos con mucho
humor. De las épocas de nosotros, del 70. Es que nosotros, nos iniciamos en el
fútbol en el Cali hace cuarenta años. Somos del Cali toda la vida.
-¿Pero, cómo son los tiempos?
-Nosotros empezamos a jugar en el 70, en el fútbol
profesional. Fueron más de quince años. Arboleda duró como doce años. Pero,
siempre hemos sido del Cali. Ahí estamos. Yo voy al Cali, entró a la sede. Él
es técnico. Miguel lo mismo, siempre estamos muy cerca al club de toda nuestra
vida.
-¿Qué es el Cali?
-Una institución grande. Eso es una realidad.
-¿Eso cómo se lleva en el corazón?
-¡Uuuffff!, eso es mucho club. Mucha gente, mucha hinchada,
muchas personas en nuestros recuerdos. Mucha categoría.
-¿Es muy fuerte ese sentimiento?
-Qué lindo es sentirlo. Todo lo que tiene y todo lo que es.
Siempre muestra que es una institución grande. De mucha grandeza. Es una
institución de mucho poder en Colombia en el ámbito deportivo. Las canchas. Los
socios. Social y deportiva. Eso es muy importante para el fútbol colombiano. Es
único equipo que tiene todo. Su cancha deportiva y su estadio. Su sede social y
su sede deportiva. Es el único.
-¿Y qué es ser campeón de fútbol?
-Huy que pasión. Qué grande, es sentir eso. Todos deseamos
ser siempre los primeros. Todos lo deseamos.
-¿Cuántos campeonatos alcanzaste a llegar?
-Setenta y cuatro con el Cali de Popovich. 78 sub-campeón
de Clubes de América. Y siempre íbamos a la Copa Libertadores. Siempre éramos
finalistas, protagonistas todos los años.
-¿De pronto, otro campeonato en el Cali?
-No esos dos.
-¿De todos estos recuerdos? ¿Qué es lo que lo que más
añora, qué le hace falta?
-¡Juugar! –alarga la u, que le suena en su voz y en su
pecho. Se queda meditabundo, con una cierta tristeza del luchador de todos los
tiempos, que anhela volverse a vestir con la misma camiseta. Este es el momento
en el que la historia, tiene una profunda significación en el proceso de
construir esta conversación que se desnuda en muchas verdades que han estado
escondidas allí en esa alma de bacán de barrio, que se ha detenido a ver su
propia película. Como al actor actuar y preparar los personajes, al jugador de
fútbol: jugar. Me hace un gesto, que me convida a volverlo a escuchar: “Jugar
porque eso se lleva adentro de uno en las venas, en la respiración, en todo lo
que es uno”.
-¿El estadio también te hace falta, por qué?
-Porque en ese lugar uno se comunica con la gente. Cuando
uno juega conversa con la gente. Juega es con la gente y para la gente. Así
escribimos nosotros. Así hablamos, jugando. Ellos te están viendo siempre. El
balón. El entrenador. Los compañeros del club de uno. Los compañeros que tuve
dentro del fútbol. Eso no se olvida nunca.
-Es totalmente diferente, pero es amañador también. Quedó
bien hecho, bien reparadito. Uno de los estadios en Suramérica que está entre
los grandes.
-¿Del balón de antes, al balón de ahora hay mucha
diferencia?
-Claro, por el peso. Los de antes eran más pesados. No se
podían mojar porque no lo levantabas nunca. Eso era muy tenaz. En cambio el
balón de ahora, es como un caucho sintético. Como un cuero sintético. Es como
más liviano. Es más rápido. Los balones son más rápidos.
-¿Qué gol ha cantado con más fuerza?
-¡Todos!
-De los jugadores del Cali, ¿cuál es el que más le ha
gustado?
-Jairo Arboleda. No hay otro igual a ese. Qué facilidad
para jugar ese fútbol. Un maestro del fútbol. Es lo más grande que ha dado el
fútbol. Ese ha sido el más grande de nosotros. Todos nosotros decimos, lo
mismo. Es un fuera de serie. El “mono” Valderrama le aprendió mucho a él, como
tirar la pelota a pase gol, las cosas más positivas. Como llegar al área y
pegarle al arco y meterla, que es lo hizo muy importante de Valderrama. Lo que
pasaba con el maestrico Arboleda es que siempre llegaba al área y siempre la
tocaba, y los nueves que llegaban al Cali, siempre los sacaba de goleadores, en
la forma de meter la pelota allá en el área, por encima de todo el mundo.
Arboleda sabe mucho. Pero, no le metía un gol a nadie. Las ponía todas para que
fueran goles del Cali.
Se ríe y espera que él no vaya a leer esta conversación. Se
le sale el ser pícaro, se le sale, el ser de la esquina, su bacán de gallada,
se le sale el barrio y la calle. Se para. Pareciera que ya ha acabado el
tiempo. La conversación le ha revuelto su memoria. Se coge sus manos, se las
repasa una a una, entre sus dedos. Sigue en silencio. Voltea su mirada hacia la
profundidad del patio de esa oficina de la Notaría Sexta. Me mira y pareciera
que observará a todos los que vienen conmigo o a los que yo represento,
murmura: “¿te viniste con un arsenal de preguntas? Estoy muy contento, pero me
he quedado pensativo, he recordado mucho, me da aliento, es muy tenaz todo lo
vivido. Creo que lo más importante es que me he recuperado, que mi vida social,
es muy vital y activa. Por eso, estoy muy tranquilo. Me alegra mucho tener a
mis hijos ya grandes. Mis hijas y mis nietos. Para mí eso es muy importante.
Son ocho hijos, cuatro mujeres y cuatro hombres. Son mis amores”.
Luis Fernando Tasceche
EXCELENTE, LASTIMA QUE LOS ASOCIADOS, DIRECTIVOS, Y FUNCIONARIOS DE LA ASOCIACIÓN DEPORTIVO CALI HAYAN PERDIDO LA MEMORIA, LA ESENCIA HISTÓRICA DE SU HOY, EN LA CUAL PUDIERAN ENCONTRAR LA SOLUCIÓN A LOS MALES DE HOY.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Muchas Gracias!
ResponderEliminarMe alegro por henry lo conoci, el me decia viejo costa, conversabamos a veces donde harris en licires america, hace 30 añis no lo veo, yo me volvi a mi costa
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