miércoles, 8 de junio de 2016

Las moradas de Gabriel.
















Las moradas de Gabriel.
Luís Fernando Tasceche.


El hombre ha experimentado mucho.
Nombrado a muchos celestes, desde que somos un diálogo y podemos oír unos de otros”.

Hölderlin

Las moradas de Gabriel, son esos espacios creados y abordados en su escritura literaria desde su “doble destino de periodista y escritor”[1], por el natal de Aracataca para hacer la obra monumental que le ha legado a la humanidad.

Las moradas, son esas escenificaciones del pasado vivido, en las que muchas de sus escrituras literarias y periodísticas,   son permeadas y mediadas desde el mismo acontecimiento definitivo que tiene en un literato, el convivir en su memoria, con sus iniciales y apasionantes lecturas,  que surgieron y  estuvieron en una permanente recreación inconsciente que innegablemente retroalimentaron su estilo, sus textos y su resignificación  “por las relaciones que establece entre sus signos (creativos, literarios); genera, por decirlo así, un lenguaje interior en relación de afinidad, contradicción y diferencia con otros lenguajes”[2] y porque éstas relaciones o polirrelaciones, tienen una comunidad ineludible que  es indeleble por las huellas matriciales que marcan en las obras de iniciación, pues se recrean, como una columna vertebral presente, en un aquí y en un ahora, que en cada nueva manifestación de la imaginación de su obra se han dado, al recobrar la memoria de la celebración de la palabra.

Vuelve la celebración de la palabra, a todos los escenarios de su lectura, interpretación y comprensión de su magistral escritura completa, más cuando buscamos hacer “el taller-de interrogación-crítica  como una actividad interpretativa”[1] de sus obras, para que sea una de las condiciones de posibilidad de que el realismo mágico sea transformador y genere perspectivas de construcción de identidad y de los constructos culturales regionales y nacionales.

Pleno de méritos, pero es poéticamente como el hombre habita esta tierra”, bien decía el maestro de la poesía Hölderlin[3]. Es de esta manera como Gabriel mora en su tierra y nombra las cosas. Ese es su habitar poético, su fundamento. Es un habitar en un lenguaje poético, un lenguaje que “la poesía hace posible”, pues “el fundamento de la existencia humana, es el diálogo como el propio acontecer del lenguaje”[4]. La instauración del ser y su ethos.

Ya lo afirmaba  Martín Heidegger, “la poesía es el lenguaje primitivo de un pueblo histórico. Pero, el lenguaje primitivo es la poesía como instauración del ser”[5], como instauración de una memoria que sale del escritor y aviva sus esencias en la escritura, en una fiesta con su ocupación, con su testimonio, con sus signos, “que son, desde tiempos remotos, el lenguaje de los dioses”[6], pues “poetizar es el dar nombre original a los dioses”[7], dar nuevos sentidos a la existencia humana y ser capaz de interpretar con la memoria de la escritura, la palabra de los pueblos,  tejiendo “a las leyendas en las que un pueblo hace memoria de su pertenencia a los entes en su totalidad. Pero a menudo esta voz enmudece y se extenúa en sí misma. No es capaz de decir por sí mismo lo que es propio, sino que necesita de los que la interpretan”[8], y es lo que García Márquez nos dona con sus elaboraciones literarias, cuando interpreta lo sagrado de las leyendas de la memoria caribe.

De ahí sus anticipos y confirmaciones en las “Notas de Prensa”[9], donde está la encrucijada a la que es fiel en su imaginación, el escritor y el periodista de Gabriel, en el amplio marco creativo del oficio y porque además no ha tenido límites frente a lo que él puede hacer de manera curiosa y cuidadosa. Este proceso creativo en él se ha tomado todo el tiempo posible, para acercarse a la verdad de la vida.

 Es lo más cercano y viable desde esa visión Caribe: “Yo nací  y crecí en el Caribe. Lo conozco país por país, isla por isla, y tal vez de allí provenga mi frustración  de que nunca se me ha ocurrido nada ni he podido hacer nada que sea más asombroso que la realidad. Lo más lejos que he podido llegar es a trasponerla con recursos poéticos, pero no hay una sola línea en ninguno de mis libros que no tenga su origen en un hecho real”.

Por eso, es muy representativo y necesario hablar acerca de las moradas de la memoria en las escrituras de Gabriel García Márquez, porque nos encontramos con las claves de la profundidad de su obra, en la que moran esos seres que no han huido de su poética pues están tan vivos y presentes como una plenitud desbordante que cada vez es más transparente, en la medida de su sencillez y su existencia. Son sus reinos intermedios en un tiempo determinado por la memoria y por la palabra de la escritura de esta memoria, precisamente “donde erraban de tierra en tierra, los sacerdotes sagrados del Dios del vino, en la noche sagrada”[10].

Las moradas son las reuniones de la memoria con la imaginación. Las moradas tienen relaciones interactivas con la memoria, tanto en lo literario como en lo histórico. Las moradas convergen en la representación textual en la forma de la escritura como en el contenido del recuerdo.

Winfried Georg Sebald, argumentaba que la cuestión de la memoria era la columna moral de la literatura y se mueve sobre unos terrenos comunes con la historia y ambas, la literatura y la historia deben afrontar la responsabilidad moral que conlleva representar el pasado recordado”[11].

Al hablar de las moradas y su relación con la memoria en García Márquez, debemos recordar unas decisivas disertaciones filosóficas de Martín Heidegger, -en el semestre de invierno, en Alemania, entre 1951 y 1952-, donde sustentaba lo que luego se fundó como el ensayo, “¿Qué significa pensar?”, un documento muy valioso para la humanidad, que logra desarrollar los siguientes presupuestos: “La morada del ser, es la reunión del pensar, es un habitar el mundo haciendo un ingreso simbólico, en esa constitución del mundo simbólico, -lo dice repensando Hölderlin-. La memoria es la congregación del pensamiento. Es lo que nos da que pensar. Lo que merece pensarse. La memoria piensa en lo pensado. Damos el nombre de memoria a la congregación del recuerdo en lo que debe pensarse. La memoria como congregación del recuerdo. Toda acción poética brota de la meditación del recuerdo”.

Las moradas literarias y de pensamiento, son verdaderos espacios de alta transposición poética que se han ido elaborando poco a poco, como amplios lugares de creatividad, donde convergen muchas escrituras que afines y diferentes han permitido fundar una memoria universal en el escritor de Cien años de Soledad y en grandes apartes esenciales de sus manifestaciones literarias.

Son esos subterfugios literarios que él mismo ha reconocido como vitales y frecuentes en toda su producción prosística, gracias a las “influencias decisivas”[12] que tuvieron, William Faulkner y Ernest Hemingway.

Sugiere García Márquez, que ellos eran: Mis dos maestros [que] eran los dos novelistas norteamericanos que parecían tener menos cosas en común… Uno de ellos era William Faulkner, a quien nunca vi con estos ojos y a quien sólo puedo imaginarme como el granjero en mangas de camisa que se rascaba el brazo junto con dos perritos blancos, en el retrato célebre que le hizo Cartier Bresson. El otro era aquel hombre efímero que acababa de decirme adiós desde la otra acera, [cuenta Gabo, que en el bulevar de Saint Michel, en París, un día de la lluviosa primavera de 1957, cuando caminaba por la acera opuesta en dirección del jardín de Luxemburgo, -con 59 años, lo reconoció, porque era enorme y demasiado visible-, le gritó para expresarle su admiración sin reservas, de una acera a la otra: “Maestro.” Ernest Hemingway comprendió que no podía haber otro maestro entre la muchedumbre de estudiantes, y se volvió con la mano en alto, y me gritó en castellano con una voz un tanto pueril: “Adiós, amigo.” Fue la única vez que lo vi.]...y me había dejado la impresión de que algo había ocurrido en mi vida, y que había ocurrido para siempre… Tal vez por eso Faulkner es un escritor que tuvo mucho que ver con mi alma, pero Hemingway es el que más ha tenido que ver con mi oficio”[13].

Acaso, sean estás las fuentes vitales de esa sabiduría adquirida con el oficio frecuente de la escritura poética y novelística que podemos destacar de forma permanente, en las formas de narrar del maestro Gabo.

Estas moradas son las verdaderas claves de su invención literaria, porque como moradas de su ser literario son las grandes reuniones de su pensar y su imaginar, son sus hablas interiores, “que sirven para entender, con el fin de comunicar experiencias, decisiones, estados de ánimo”[14].

Podríamos enunciarlas, pero es mejor detallar y esbozar esos esfuerzos del escritor por abrirse paso, en medio de una gran diferenciación que no es otra cosa que su poder creativo de saber resolver esas fuerzas en pugna que tienen las grandes narraciones literarias en las historias definitivas que nuestro escritor colombiano ha logrado afrontar y desbordar con su imaginación.

No sé quién dijo que los novelistas leemos las novelas de los otros sólo para averiguar cómo están escritas. Creo que es cierto. No nos conformamos con los secretos expuestos en el frente de la página, sino que la volteamos al revés, para descifrar las costuras. De algún modo imposible de explicar desarmamos el libro en sus piezas esenciales y lo volvemos a armar cuando ya conocemos los misterios de su relojería personal. Esa tentativa es descorazonadora en los libros de Faulkner, porque éste no parecía tener un sistema orgánico para escribir, sino que andaba a ciegas por su universo bíblico como un tropel de cabras sueltas en una cristalería. Cuando se logra desmontar una página suya, uno tiene la impresión de que le sobran resortes y tornillos y que será imposible devolverla otra vez a su estado original.”

Él, es consciente y jamás lo ha negado porque hace parte de su naturaleza franca y frentera de saber reconocer esos espíritus inmanentes en su obra literaria.

Cuando Gabriel, habla de ellos, lo ha hecho descubriendo ese factor definitivo que cada uno ha tenido en su saga y cómo desde ellas, las sagas, “desde sus formas de concebir la literatura” fue avizorando en su inconsciente literario, un portento de betas y riquezas incomparables porque su literatura posee una memoria prolífica de cadencias narrativas encadenadoras, muy palpable en muchos de sus desarrollos estilísticos y argumentativos como en las maneras de narrar, como en las que su prosa se presenta y explica sus personajes, como cuando desde sus ideas literarias elabora su propio ethos cultural y sus propias coherencias con las que advertía, saber leer y escribir desde que produjo crítica de cine para algunos periódicos del Caribe en 1948.

Estanislao Zuleta, en ese prodigioso e incomparable texto-conferencia “Sobre la lectura”, nos muestra la importancia del rol del buen lector crítico, con un planteamiento que lo aprendió de Nietzsche, -cuestión muy visible en el hijo de Luisa Santiaga Márquez-. Y que nos lo recuerda insistentemente cuando se refiere a: Hemingway, en cambio, con menos inspiración, con menos pasión y menos locura, pero con un rigor lúcido, dejaba sus tornillos a la vista por el lado de fuera, como en los vagones de ferrocarril.”[15]

Al acercarnos al problema de la lectura, señalaba Zuleta, que uno debe advertir en Nietzsche es cómo hay que interpretar sobre lo que él llama: “el espíritu de camello, que es el espíritu que admira, que tiene grandes ideales,     -presente en los grandes maestros, una inmensa capacidad de trabajo y dedicación”[16].

Cuenta Gabo que: “Había leído todo lo que ellos habían publicado hasta entonces, pero no como lecturas complementarias, sino todo lo contrario: como dos formas distintas y casi excluyentes de concebir la literatura.”[17]
                                
Ese carácter que confirma y configura, el comentarista de su obra magna siempre abierto y con un espíritu agudo y crítico perfectamente perceptible en la obra de García Márquez.

Ese buen escritor, es también un buen lector y es un espíritu que sufre y padece la necesidad de buscar una comunidad con ciertos pensamientos” que están inmersos en sus diferentes caminos literarios de lectura, por los mismos que transitó evidentemente el García Márquez, primigenio que muchos valoramos en estos tiempos de pléyades.

Esa es una gran característica del pensamiento humano en los escritores que han traspasado el umbral de la cultura universal, y que han podido encontrar con quien compartir sus originales y que se los puedan leer sin ninguna idea preconcebida.

Este fervor literario, no es cualquier fervor porque implica sacrificios, dedicación, horas de vigilia -casi que diez y dieciséis horas diarias en el desierto de la imaginación como lo hemos sabido en muchas crónicas y reportajes sobre el Nobel costeño- y donde el escritor “se enfrenta con el dragón lleno de múltiples escamas y donde todas esas escamas rezan una misma frase: tú debes”[18].

Pero, en ese momento el espíritu creador del escritor sufre una y muchas crisis y es cuando puede inventar cuentos y novelas definitivas para la literatura latinoamericana y del mundo.

-¿Por qué?
Porque como escritor creativo, inexorablemente debe oponerse a ese gran deber” y entonces su espíritu creativo se opone al deber de muchas formas y maneras.
Se opone a esa difícil encrucijada del escritor y acepta esas grandes determinaciones de la soledad con un espíritu rebelde que es desde donde opera su memoria, que es la memoria del narrador socioculturalmente caribeño que viene narrando en su escritura y que es la que viene dimensionando la interlocución permanente con la complejidad de la memoria caribe, africana y española que está instalada en su mente escritora y creadora.

Esas grandes determinaciones de la soledad tiene múltiples significados, pues la soledad puede ser Memoria, es activación de tiempos múltiples, en pasado como en presente, es una metáfora del tiempo. La soledad es metáfora del tiempo. La soledad es una metáfora de la Memoria y a la vez, una metáfora de la historia. El problema es saber descubrir e interpretar es cómo el uso de la metáfora del tiempo y de la memoria, es un uso social, crítico y desbordante en la medida de la exageración. Es un uso clarificador porque la Memoria está íntimamente ligada con la metáfora. No es que sea claramente un uso cualquiera de la metáfora. No. Es el uso de una metáfora irónica y satírica, de ahí su validez universal. Pues sus usos nos permiten entender las lógicas temporales de la soledad desde otra manera de ver y entender el mundo en esa socioculturalidad caribeña que desdobla la verdad histórica con mejores indicios de los problemas y sus relaciones con el tiempo y con la creación de Macondo como una biogeografía necesaria de la vida de la escritura y como uno de los tantos renacimientos de su prodigiosa Memoria escritural e imaginativa de sus lugares simbólicos que nacieron en esa patria definitiva de la infancia. 



En ese sentido, Santiago Villa Chiappe, nos dice que hay que tener en cuenta: “si el relato no tiene porqué representar la realidad del pasado de una manera verdadera, y si el texto literario no tiene el imperativo de hacer referencias históricas ciertas, entonces parecerían minadas las relaciones que pudieran hacerse entre la literatura y la historia. La salida a este problema tendría que asumirse presentando una relación entre la interpretación del pasado y la ficción que no esté regida por la experiencia de verdad propia de la disciplina histórica. [Entonces,] habría que partir de una operación mnemónica anterior a la historia y entender a la literatura como una escenificación de la memoria colectiva.
Este [último] concepto se apoya en los siguientes supuestos:
1.       Un individuo puede tener un imaginario sobre el pasado que lo identifique con una colectividad. Una memoria que no es la suya, el resultado de su experiencia vital, sino una heredada, que fundamenta el sentido de pertenencia a un grupo.
2.     Esta memoria se representa mediante una “puesta en escena” que puede ser asumir distintas formas –un texto, una danza, un monumento, una canción, etcétera-.
3.     La memoria colectiva no necesariamente debe seguir los preceptos de la historia. Ésta se escenifica mediante la ficción con la misma facilidad con que podría hacerlo mediante una interpretación que busca establecer un marco de verdad. El imaginario ficcional hace parte de la memoria colectiva, muchas veces en la misma medida que los datos históricos mismos.
Narración, representación, escenificación, son las tres operaciones que realiza la obra literaria. La relación que establece la literatura con el pasado es metafórica más que referencial.”[19]


Estos elementos: la narración, la representación y la escenificación tienen relaciones interactivas con la Memoria, así pertenezcan al bucle dialógico de la literatura y la historia corroboran que en la socioculturalidad caribe y en los espacios de la Oralidad poética convergen en la representación textual en la forma de la escritura como en el contenido del recuerdo y son esa “congregación del recuerdo en lo que debe pensarse, pues toda acción poética brota de la meditación del recuerdo”[20], y es por eso, que las obras literarias de García Márquez tienen “esa ética de la memoria” pues son la expresión de esas profundidades vividas y experimentadas en la región más transparente de su escritura que es la palabra de su memoria. La memoria de una infancia efectiva. Es como lo dijo Hölderlin “quién ha pensado lo más profundo, ama lo más vivo”, ama la palabra de su Memoria, ama la profundidad de lo vivido.
Diríamos que es muy perceptible, que toda la experiencia de la escritura en él, es un signo de cómo está de viva esa memoria y cómo es de significativa dentro de lo imaginario y lo simbólico. De ahí su profundidad literaria y el ritmo insobornable de su Memoria con los pasados profundos de cada uno de los imprintings culturales en los que deviene el ser humano de Gabriel.


Es esa  la memoria de la socioculturalidad en Gabriel García, que es la memoria que esta expresada en la memoria de la oralidad, y que de manera clave expone el licenciado en Ciencias Sociales Luís Alfonso Alarcón Meneses, cuando habla que la memoria es “fuente oral” porque “ocupa un lugar apropiado en el sistema de comprobación, experimentación y análisis que nos puede llevar a construir una historia fiable.”[21]

De la misma manera Alarcón Meneses argumenta que esta memoria de la “Oralidad es una fuente que sin lugar a dudas se constituye en una de las materias primas con que cuentan los estudiosos y que ha sido más valorada por la literatura y el caso más sobresaliente es García Márquez” quien lo ha hecho visible y demostrable en toda su obra literaria tan trascendental para la humanidad.

Descubramos cómo él mismo corre el velo de esa forma de la memoria: -Fue un viaje más revelador de lo que yo pensaba, y por mejores motivos, porque a medida que trataba de escudriñar la memoria de los otros, me iba encontrando con los misterios de mi propia vida”[22].

Sumado a este evento de viajar, está la eterna compañía de Álvaro Cepeda Samudio y sus inmodificables revelaciones que le han hecho comprender de cierta manera, los finales de largas búsquedas y el sentir  de la urgencia de contarlas y “que tal vez fue el acontecimiento que definió para siempre su vocación de escritor”[23] como lo dice en “El cuento del cuento”.
-Seguía buscando, en la imaginación, la pata indispensable que le faltaba al trípode, tratando de inventarla a la fuerza, sin pensar siquiera que también la vida lo estaba haciendo por su cuenta y con mejor ingenio”.
-Bayardo San Román y Ángela Vicario, están viviendo juntos en Manaure, viejos y jodidos, pero felices” le dijo de pronto, Cepeda, en su casa de domingos, frente al llamado “mar miserable de Sabanilla”.
-Fue una revelación que le puso el mundo en orden, era el final que faltaba-, a la historia de la “Crónica de una muerte anunciada”.

Esta historia rondaba la memoria creadora desde hacía más de treinta años al maestro Gabriel y a varios miembros de la Cultural y memoriosa “Cueva” de Barranquilla.


Es la memoria de un Gabo que tiene grandes ideales, grandes maestros y que posee una enorme capacidad de trabajo como ya lo hemos dicho, pero que ante todo tiene la capacidad de aprender a escuchar la factura musical de lo que implican todos esos pensamientos y ahí está la capacidad de saber interrogarse e interrogar desde su ethos costeño por una cultura universal que sale a inventar, pensar y elaborar desde su nación AfroCaribe y mestiza, en un nuevo mundo que sabe conocerse contando sus propias historias y sus innegables pensamientos remozados y remotos, pero válidos para la vida del arte universal.

Al respecto, Gabo, reconoce de Hemingway el asombroso conocimiento del aspecto artesanal de la ciencia de escribir…que (es) una de las dificultades mayores y es la de organizar bien las palabras, que es bueno releer los propios libros cuando cuesta trabajo escribir para recordar que siempre fue difícil, que se puede escribir en cualquier parte siempre que no haya visitas ni teléfono, y que no es cierto que el periodismo acabe con el escritor, como tanto se ha dicho, sino todo lo contrario, a condición de que se abandone a tiempo…Con todo, su lección fue el descubrimiento de que el trabajo de cada día sólo debe interrumpirse cuando ya se sabe cómo se va a empezar al día siguiente. No creo que se haya dado jamás un consejo más útil para escribir. Es, ni más ni menos, el remedio absoluto contra el fantasma más temido de los escritores: la agonía matinal frente a la página en blanco.”[24]

A la vez, es tener la capacidad de una memoria que es muy sensible y que por eso, abre un diálogo imaginario con el duelo de aprender a dejar “el niño que es inocencia y olvido” que tanto nos ha mostrado Nietzsche y ahí es cuando aparece el nuevo comienzo de una nueva espiral gratificadora en Gabriel García Márquez, creando para la literatura, ese universo simbólico de Macondo como el nuevo lugar del que  nace lo que debía llamarse como el nuevo impresionismo literario que surge en el grupo barranquillero y que lidera desde la significativa  “Cueva” en la Barranquilla de todas las existencias posibles.

Es crear y pensar desde las presencias y no resignarse a quedarse en el pasado, sino insistir en su presencia y dar cuenta de él hasta darle realmente muchos sentidos a través de la escritura poética desde todas esas realidades y exploraciones que lo han invitado a interpretar esas memorias que lo arrastran por los ritmos de sus contenidos y de sus facturas musicales.

En “Algo más sobre literatura y realidad” deja estas imborrables frases: “Un problema muy serio que nuestra realidad desmesurada plantea a la literatura es el de la insuficiencia de las palabras… [Y más adelante lo reconfirma escribiendo]Sería necesario crear todo un sistema de palabras nuevas para el tamaño de nuestra realidad”. Pág.154

Esas exploraciones son la expresión de cuestiones muy profundas que saben combinarse en un juego de espirales implicantes y arrolladoras, como una rueda simbólica que gira y escribe con un pensamiento filosófico que lucha contra el afán del hombre moderno y el olvido impuesto por la modernidad.

En esas búsquedas, el maestro de la palabra Gabriel García, indaga desde la literatura por esa realidad casi inconmensurable. “Esa realidad increíble alcanza su densidad máxima en el Caribe, que, en rigor, se extiende (por el norte) hasta el sur de Estados Unidos, y por el sur, hasta Brasil. No se piense que es un delirio expansionista. No: es que el Caribe no es sólo un área geográfica, como por supuesto lo creen los geógrafos, sino un área cultural muy homogénea. En el Caribe, a los elementos originales de las creencias primarias y concepciones mágicas anteriores al Descubrimiento, se sumó la profusa variedad de culturas que confluyeron en los años siguientes en un sincretismo mágico cuyo interés artístico y cuya propia fecundidad artística son inagotables. La contribución africana fue forzosa e indignante, pero afortunada. En esa encrucijada del mundo, se forjó un sentido de libertad sin término, una realidad sin Dios ni ley, donde cada quien sintió que le era posible hacer lo que quería sin límites de ninguna clase: y los bandoleros amanecían convertidos en reyes, los prófugos en almirantes, las prostitutas en gobernadoras. Y también lo contario”. Pág.155-156
                                                                                                                                                     
Es la expresión de asombro y  diferencia que debe tener un escritor del talante de Gabo, frente a Hemingway, cuando le enseña que “no es cierto que el periodismo acabe con el escritor, como tanto se ha dicho, sino todo lo contrario, y con la condición que se abandone a tiempo. “Una vez que escribir se ha convertido en el vicio principal y el mayor placer,  dijo, “solo la muerte puede ponerle fin.Pág.172


Pero, en “¿Una entrevista? No, gracias”, Gabriel deja sentado un precedente bien claro sobre esa permanente tensión entre el periodista y el escritor y precisa: “Cuando se tiene que conceder un promedio de una entrevista mensual durante doce años, uno termina por desarrollar otra clase de imaginación especial para que todas no sean la misma entrevista repetida”. Gabriel García, acude a la imaginación especial porque “En realidad, el género de la entrevista abandonó hace mucho tiempo los predios rigurosos del periodismo para internarse con patente de corso en los manglares de la ficción…Unos y otros, por otra parte, no han aprendido aún que las entrevistas son como el amor: se necesitan por lo menos dos personas para hacerlas, y sólo sale bien si esas dos personas se quieren…Hay entrevistadores de diversas clases, pero todos tienen dos cosas en común:  piensan que aquélla será la entrevista de su vida, y están  asustados. Lo que no saben –y es muy útil que lo sepan- es que todos los entrevistados con sentido de responsabilidad están más asustados que ellos… [Se olvidan los entrevistadores que muchas veces los entrevistados quedan tan descubiertos por dentro y por fuera como de cuerpo entero, cuando se sabe administrar, algo que “sólo puede lograrse, desde luego, con los recursos mágicos de la ficción”.] Un buen entrevistador, a mi modo de ver, debe ser capaz de sostener con sus entrevistados una conversación fluida, y de reproducir luego la esencia de ella a partir de unas notas muy breves. El resultado no será más fiel, y sobre todo más humano, como lo fue durante tantos años de buen periodismo antes de ese invento luciferino que lleva el nombre abominable de magnetófono. Ahora, en cambio, uno tiene la impresión de que el entrevistador no está oyendo lo que se dice, ni le importa, porque cree que el magnetófono lo oye todo. Y se equivoca: no oye los latidos del corazón, que es lo que más vale en una entrevista. No se crea, sin embargo, que estas desdichas me alegran. Al contrario, al cabo de tantos años de frustraciones, uno sigue esperando en el fondo de su alma que llegue por fin el entrevistador de su vida. Siempre como en el amor”. Pág.165    



Ryszard Kapuscinski, en un taller que fue organizado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano y que dictó entre el 7 y el 11 de octubre de 2002, en Buenos Aires, al respecto decía que: “Hace 50 años este oficio se veía muy diferente a como se percibe hoy. Se trataba de una profesión de alto respeto y dignidad, que jugaba un papel intelectual y político. La ejercía un grupo reducido de personas que obtenían el reconocimiento de sus sociedades. Un periodista era una persona de importancia, admirada. Cuando andaba por la calle, todos lo saludaban. [El periodismo se vivía como una noble vocación a la que las personas se entregan plenamente y para toda la vida] Algunos de los mayores políticos del mundo contemporáneo empezaron su carrera como periodistas y siempre se sintieron orgullosos de ello. El británico Winston Churchill trabajó como corresponsal en África antes de convertirse en uno de los grandes estadistas del siglo XX; lo mismo sucedió a algunos escritores como Ernest Hemingway, por ejemplo. Estos grandes hombres siempre reconocieron que sus carreras comenzaron en el periodismo, y nunca dejaron de sentirse periodistas. Pero eso cambió en los últimos 20 años, [de 1983 para acá o mucho más antes] a partir de una tremenda transformación en las prácticas de este oficio.”[25]

Ahí, en esa relación entre periodismo y literatura se establece un bucle dialógico y también está la fundación de un estilo que se impone y es la necesidad de saber crear interpretando las realidades de este mundo posible e imposible y que disloca las relaciones internas de la historia de un texto con la memoria de los pueblos del Caribe premoderno, en que vivimos y que le toco redimir escribiendo.

Esa es su gran capacidad, la de tener la capacidad de interlocutar e interpelar con las culturas del caribe a la cultura universal, creando una escritura que genera nuevas identidades y estimula al lector hacia nuevas ritualidades que le encuentran sentido a la experiencia humana desde este mundo mágico, caribeño y con otras significaciones de lo que es la vida, vivir y contarla como lo ha hecho siempre.

Son la interpelación mágica de unas formas de ver el mundo que anuncian su llegada en diferentes lugares del mundo para quedarse definitivamente como una revelación que sabe que el tiempo se celebra y se consagra de otra manera y con diversas representaciones de contarse. Son en García Márquez verdaderos rituales. Las fiestas de la palabra. La consagración caribeña de saber contar y revelar el secreto de las historias en los momentos precisos e inocultables.

En ese trabajo diario de imaginar mejor el oficio del periodismo, el maestro Gabriel, cuenta que “Hemingway, es el que más ha tenido que ver con su oficio, y por su asombroso conocimiento del aspecto artesanal de la ciencia de escribir”. También resalta  Gabo, la entrevista histórica que ofreció Hemingway a George Plimpton, en la que desvirtúa el concepto romántico de la creación literaria y periodística cuando asegura que son convenientes para escribir  y tener mejores condiciones como es asegurar la “comodidad económica, buena salud y que es bueno releer los propios libros cuando cuesta trabajo escribir para recordar que siempre fue difícil”.

Cuando podemos desbrozar las influencias de Hemingway y Faulkner, en la obra García-Marquiana consideramos que las perspectivas de ellos, son muy notables en Gabriel con una singularidad y una originalidad incunables que sólo puede ser comprobable en el hijo del telegrafista del viejo Departamento del Magdalena.

Logra Gabo, convertir estas influencias en las huellas sensibles de su memoria, en valoraciones simbólicas que indudablemente tendremos que saber descifrar, como problemas simbólicos y significativos de su literatura, tal y como lo explica el antropólogo Claude Lévi-Strauss, “el hombre es simbólico e ingresa de manera forzosa en un universo simbólico, universo que en primer lugar está constituido por el lenguaje, que está desarrollado de tal manera que todos los sujetos que ingresan en él se tienen que someter a una interpretación que está implícita, a una clasificación del mundo, a una valoración del mundo, porque el lenguaje no es inocente, cada término no es una simple señal para distinguir algo sino que también incluye una valoración. El ingreso en el lenguaje es un aspecto de la idea de que el hombre no puede en realidad someterse a lo natural, adaptarse a lo natural, realizarse en lo natural, sino pasando por la mediación de lo simbólico, de una estructura significativa”.


Y lo reafirma de forma muy clara Estanislao Zuleta cuando señala que estas mediaciones “pertenecen no a una sola cultura en particular sino a todas. Toda cultura hace ingresar esas diferencias en un orden simbólico y produce rituales de diversas formas donde se marcan las diferencias con una significación cultural”.

En ese sentido nada más aproximado que lo que Gabriel defiende como un rasgo de su cultura en “Algo más  sobre literatura y realidad”: “En síntesis, los escritores de América Latina y el Caribe tenemos que reconocer, con la mano en el corazón, que la realidad es mejor escritor que nosotros. Nuestro destino,  y tal vez  nuestra gloria, es tratar de imitarla con humildad, y lo mejor que nos sea posible”.








NOTAS BIBLIOGRÁFICAS


[1]  García Márquez, Gabriel, Notas de Prensa, Pág. 195.
[2] Zuleta, Estanislao, Sobre la lectura, Pág. 84, Universidad Libre, Bogotá, 1978, Sobre la Idealización en la vida personal y colectiva, y otros ensayos, Procultura S.A., Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, 1985.
[3] Estanislao Zuleta, lo traduce de otra forma: “Lleno está de méritos el Hombre, más no por ellos sino por la poesía, hace de esta tierra su morada”.

[4] Heidegger, Martín, Hölderlin y la Esencia de la poesía, 1937, traducción y prólogo de Samuel Ramos, Fondo de Cultura Económica, México, 1971.
[5]  Ob. Cit. Anteriormente de Heidegger.
[6]  Hölderlin, (IV, 135) fragmentos, 1799.
[7]  Heidegger, Martín, Hölderlin y la Esencia de la poesía, Pág. 144.
[8]  Ob. Citada anteriormente, Pág. 145.
[9] García Márquez, Gabriel, Notas de Prensa, 1980-1984, libro aparecido en 1991, Edición Editorial Norma S.A., 1995, edición al cuidado de Margarita Valencia.
[10] Hölderlin, (IV, 123) fragmentos, Elegía Pan y Vino, 1799.
[11] Georg Sebald, Winfried, novelista alemán, citado por Santiago Villa Chiappe, La historia y la memoria literaria en Cien Años de Soledad, 2006.
[12] García Márquez, Gabriel, Notas de Prensa, 1980-1984, Pág. 22, 1991-95.
[13] García Márquez, Gabriel, Notas de Prensa, Mi Hemingway Personal, Pág. 170-171, Editorial Norma.
[14] Heidegger, Martín, Arte y Poesía, El Origen de la obra de Arte y Hörderlin y la esencia de la poesía, Breviarios, Fondo de Cultura Económica, 1937- Edic., 1998
[15] García Márquez, Gabriel, Notas de Prensa, Ob. Cit.
[16] Zuleta, Estanislao, Sobre la lectura, Transcripción de una conferencia dictada en la Universidad Libre, Bogotá, en 1978, que comenta otra con el mismo nombre, dictada en Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, en 1974.
[17] García Márquez, Gabriel, Notas de Prensa, Ob. Cit.
[18] Zuleta, Estanislao, Págs. 82-83.
[19] Villa Chiappe, Santiago, La historia y la memoria literaria en Cien Años de Soledad, 2006, Universidad de los Andes.

[20] Heidegger, Martín, lo afirma en Qué significa pensar.
[21] Alarcón, Meneses, Luis Alfonso, Oralidad y Carnaval, Pág. 92 del libro Carnaval en la Arenosa, impreso por el Fondo de Publicaciones de la Universidad del Atlántico, Barranquilla, agosto de 1999.
[22] García Márquez, Gabriel, Notas de Prensa, 1980-1984, Pág. 190.
[23] García Márquez, Gabriel, Notas de Prensa, 1980-1984, Pág. 188.
[24] García Márquez, Gabriel, Notas de Prensa, 1980-1984, Pág. 171-172, Mi Hemingway personal.
[25] Kapuscinski, Ryszard, Los cinco sentidos del periodista, (estar, ver, oír, compartir, pensar) Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, Fundación Proa, FCE, 2003. Debemos decirlo y repensarlo como reescribirlo con la amplitud necesaria porque Ryszard, es uno de los grandes constructores en el siglo XX de ese Nuevo Periodismo que nace de ese bucle creador de los oficios del escritor y el periodista. Nace de la “renovación del lenguaje periodístico que tan sólo emplea un promedio de mil palabras. Ese periodismo diario tradicional no puede dar cuenta del mundo en su riqueza. Ese periodismo no es capaz de reflejar la realidad en todos sus matices. Ese periodismo que aunque tiene el valor de ser eficaz y rápido en el fondo resulta demasiado superficial y limitado”. Por eso, hay que decir que Ryszard, es uno de los enormes creadores de esa revolución que ha hecho y sigue haciendo el Nuevo Periodismo en varias décadas, porque tuvo un objetivo que consistía en introducir otro lenguaje y otros medios de expresión porque estaba movido por la necesidad de promover un cambio. La fuente a la que recurrieron en busca de recursos para hacerlo fue la literatura de ficción. Se rompía con la fórmula estática y conservadora de la noticia pues deseaban hacer y tratar de profundizar el conocimiento del mundo, para hacerlo más rico y pleno. Comprendieron como “los cubistas que una forma lleva en sí muchas formas, [aristas y posibilidades] y para hacerlo trataron de mostrar la realidad desde varios puntos simultáneamente”. Los acontecimientos y las personas reales que nutrían al periodismo tradicional, sufrieron un cambio muy importante con la incorporación de los recursos de la narrativa, con las herramientas y las técnicas de la ficción, porque enriquecieron el trabajo periodístico y con la combinación y mezcla de los ámbitos que componen el bucle de las realidades sociales y el periodismo, el Nuevo Periodismo como género comunicativo y de información, presenta nuevos valores e importancia, es un género capaz de informar y también de explicar, comentar, provocar reflexión. Crea una nueva dimensión en el mundo de los Medios, que es muy positiva, donde las distintas ramas del Periodismo se nutren recíprocamente. Leer y reescribir como repensar “el Nuevo Periodismo” Parte III, Págs. 37-53.






[1] Restrepo, Luís Antonio, Prólogo, a Arte y Filosofía, Estanislao Zuleta, Editorial Percepción, Medellín, Colombia, 1986. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario