miércoles, 13 de enero de 2016

Jairo Varela: La sencillez de la grandeza del inventor del “Cali Pachanguero”, un alma en la manigua de una novela y mucha más música.









“…las viejas voces de otros tiempos regresan al corazón…” Gabo.


Desde la última vez que lo vi en la Teja Corrida de Híos y Jorge en la carrera quinta con veintisiete, en el sector vanguardista de la Macarena de la Bogotá de los ochenta frente a las monumentales Torres del trascendental arquitecto Rogelio Salmona, él era un joven muchacho con unas ganas inmensas por vivir y triunfar tercamente con su música y su Grupo Niche.

Desde esas noches enormes y desmesuradas no lo había podido volver a escuchar de  cerca y a sus ojos. Sólo sabía de sus leyendas como de sus renacimientos inimaginables.

Ahora el hijo de doña Teresa Martínez y don Pedro Varela Restrepo parece un marinero que está llegando al puerto de la vida de las otras letras poéticas redentoras por reveladoras y que se vuelven libros de memorias y culturas como su mestiza afrochocuaneidad y el bagaje de un ser con un mundo recorrido en muchos lares de esta tierra.

El alumno del Colegio Claretiano, es un ser en transición que en este tiempo de frescas cadencias en sus prosodias tan particulares, sólo dice lo que debe contar con mucha precisión y sin ningún alarde de él mismo.
Tiene todos los universos de esta tierra y de la otra donde ya habita con mucha prudencia y encanto porque se sabe de memoria y con bastante acento que ha dado únicamente lo que ha podido y está precisamente en la línea de las fugas donde sólo moran en sus nuevas escrituras tanto su alma y su cuerpo como la memoria entrañable del atrateño universal que sabe portar.

El Jairo de Jesús de Fátima escribidor, es el otro ser que le ha nacido al incansable músico creador de la familia de los Varela Martínez.
El y sólo su espíritu, es el que tiene  el espacio exacto para la escritura de una novela como: “El amanecer de los pájaros”. Ya Rafael Quintero en el Parque de la Música, la noche anterior a la entrevista me había anunciado el nuevo ser con que me iría a encontrar.

Mucho antes, Ricardo Vicenti me lo había bocetado a propósito de la posibilidad de entrevistarlo gracias a los desplazamientos que hizo  por Bogotá y Quibdó como director del Grupo Niche en la temporada de la gira musical que compartió con Los Van Van de Cuba y el maestro Juan Formell, cuando realizaron enormes conciertos el pasado octubre “san pachano” del 2009.

Pero, fue el mismo Vicenti quien volvió a hacerme  el contacto con Ember Mosquera para poder hacer esta conversación pulsada por el temperamento de un ser que camina lento y al ritmo de un buen cogedor de guayabas.

Jairo de Jesús de Fátima Varela Martínez, es el mismísimo que ha fundado momentos definitivos en sus canciones para que muchos las canten y las bailen...y se las gocen como se las han gozado igual como se las recitan en los ene mil conciertos en las que cada una de sus composiciones vuelven a sortear todo el encanto con que fueron inventadas.

Composiciones musicales, ya sea porque son cantos con los valores del Chocó-biogeográfico o son himnos del amor, del desencanto amoroso o prosas que hablan del optimismo típico de los seres adoptados por Cali y  de su pueblo agradecido con ellos o porque como cantos matutinos o nocturnos les permiten que se puedan levantar felices en cualquier lugar del extranjero a entonar con el corazón de sus voces y sus cuerdas vocales a acompañar al Grupo Niche o a los cuerpos danzarios que las han escenificado y remontado -como muchas veces se lo hicieron en su momento- a la Academia de Incolballet de la maestra Gloria Castro con el montaje de “Barrio Ballet” y que ahora mismo lo logra el espectáculo de la carpa cabaret de “Delirio”, con  ese canto imperecedero y contagioso de “Cali Pachanguero” que recrea y consolida tantos imaginarios posibles.

“Cali Pachanguero”, esa magistral  composición que Varela creó por allá en 1984 y que desde ese momento logró interpretar y retratar la belleza del parroquial pueblo caleño pues supo combinar el relato oral de la vida cotidiana de la ciudad con los imaginarios del oyente y en la que sabe hacer entender el patrimonio colectivo con unos contenidos que al destinatario de la letra, los hace recordar ese ambiente cultural que han vivido.

Ese es un canto indispensable. Su expresividad comunica algo que es entrañable a cada pueblo que lo escucha. Ese es un canto que está totalmente determinado por esa relación intrínseca entre el creador y el pueblo destinatario inmediato como es el pueblo salsero caleño y afropacífico. Esa es una relación como diría Rito Llerena que “es necesario  mostrar porque esta relación está fuertemente determinada por la tipología de la cultura en la que se producen los textos” del “Cali Pachanguero”.

Son textos donde la poesía artística está orientada hacia la posición del hablante o hacia la posición del oyente, son textos perfectamente comprensibles y que dan las orientaciones del todo de una cultura popular como de su funcionalidad social.

El  autor de estas letras, es un boga en la ciudad. Por eso compone con ese dejo y tiene la capacidad de componer estas expresiones poético musicales afrochocoanas tan contemporáneas en Cali, para que las disfruten propios y extraños.

Es un cazador de instantes que puede desdoblarse y contar sus transformaciones con la misma destreza como ha llegado a cada puerto de la vida, a hacer bailar y cantar  todo lo que su Grupo Niche interpreta.
Cantando las mismas coplas y sones que él mismo ha sufrido, vivido, observado y compuesto. El mismo boga que se baja de un taxi como cualquier ciudadano del mundo con su pequeño perro chitzú llamado “Bonnie” y que ahora es el único ser que no lo desampara un solo instante de su vida.

Es el mismo boga que ahora nos brinda ese canto profundo hecho novela que lo tiene capturado y atrapado en esa manigua eterna que es la palabra. 

Jairo, es el mismo boga cantautor que en la acera de la carrera,  en la otra quinta con cuarenta y cuatro -donde quedan los Estudios Niche y a sólo nueve cuadras del viejo barrio Siloé- saluda y responde con la misma frescura, a la gente  con la que emocionadamente le gritan: “Gracias, por todo… Maestro Varela. Feliz Año”.

Es el mismo que carga con todo el peso de la memoria milenaria y ancestral de su civilización pacífica tan perversamente atracada por los intrusos y desalmados de siempre.

El mismo que carga sobre sí, ese ser metafísico, premonitorio y esclarecedor que está descubriendo el verdadero conflicto de esta época a la que le está midiendo sus fuerzas.

Es el mismo boga que nos puede leer ese habitar que está desenvolviendo hoja tras hoja en su computador, que no es otra cuestión que “el arte de habitar en la cultura”, con “un trascender hecho forma, que es la que “erige la espaciosa casa del hombre, la cual es más fácil de destruir que de conservar” como lo decía Ernst Cassirer en Davos, en 1924.

La misma cultura que “es una frágil protección contra la barbarie, que amenaza como una posibilidad constante del hombre” y en la que él, está totalmente embuido,  con la elaboración de su escritura que nos comparte:
“…creo que llegué en el momento justo donde sin duda hay que aclarar muchas cosas para poder seguir viviendo en paz y con dignidad. Aún hay vestigios que dejaron  secuelas que yo tengo y debo perdonar. Pero, con lo que sucede en el día a día, sí, ¿será que habrá un momento de profunda reflexión y que la sociedad actual esté a la altura de lo que aspiran mis ansias para que de una vez por todas me hagan olvidar? No hay necesidad de retroceder mucho para darme cuenta que la razón me asiste. Por eso, hoy más convencido que nunca, creo definitivamente en el sacrificio y poseído de incuestionables sindéresis que no dejará jamás que nada  quede en el olvido. Aún mis ojos ven atónitos la misma desesperanza que sigue vagando sin poder aferrarse a un sueño. Ese sueño que todos idealizamos y que con justa razón nos hace creer que  nos sentimos con los mismos derechos que por motivos ajenos a nuestra voluntad se ven truncados y sujetados a cadenas invisibles cuyo único papel es y ha sido a través del tiempo, estar ahí como testimonio mudo e impávido de historias que en la medida en que nos adentremos en su esencia, la crudeza y su misma verdad, hacen dudar, porque cuesta creer, pero si a diario nos acostamos con ellas, dónde está el milagro que sólo veremos al amanecer o variar en algo lo que en siglos poco o nada ha cambiado su apariencia triste si todavía su imagen triste o de dolor perdura. O el presente me impulsa decididamente con más valor y con más fuerza a escriturar en un solo deseo, que estos recuerdos se vayan en un viaje sin regreso para que nunca más vuelva a nacer… el motivo de mis lágrimas”.

-¿Qué hermoso, maestro Jairo?
-Así es, -asienta en baja voz. Nos mira, vuelve a la pantalla de su ordenador. Busca con el mouse. Levanta su mano izquierda y vuelve a hablar: “Esto comienza con una ilustración de  lo que es un pequeño capítulo”. Vuelve al PC y recomienza su lectura:
“En un paraje cerca a la orilla del mar, un niño en su afán de  concretar una pista que le revele el paradero de su hermano llega ya hasta allí casi verse vencido por la impotencia de no lograr su cometido. Es tanta su obstinación que no siente que sus pies están lacerados de pisar y pisar ramas secas y que al reventarlas van produciendo un continuo chasquido que unido al sonido del trinar de los pájaros que por costumbre a estas horas de la mañana se desperezan sacudiendo sus alas, se confunde todo  aún más con la naturaleza inhóspita del lugar que por suerte para los tímidos visitantes y para los que de alguna manera han escogido este sitio como parte de su vida cuentan irrenunciablemente con la sombra benévola de unos guayacanes ya cansados y agrietados de estos vetustos árboles que con sólo ver el trajín a que son sometidos a diario, dan la impresión que se abrazarán más a la madre tierra como temiendo una tormenta y justificando su miedo tan si se tratará de una misa acompasada de campanas presagiando su muerte, dándose de paso… que han sido muchas veces lastimados hasta por el mismo aire que con ventiscas de arena sigue aún maltratando sus hojas…lo que no ha sido óbice para que sigan ahí, haciendo caso omiso de las heridas y olvidando para siempre la aguda punta del miedo y buscando el centro de sus lágrimas, las manos inocentes de los niños que las han hurgado y resistiendo incólumes generosamente sigan guardando sin objetar secretos y promesas que como una impronta de ilusiones han dejado grabadas en su concha. José Beili Nicolás Mosquera Mena…quien entre otras cosas  y como cosa rara no salió como otros a tomar el acostumbrado baño matinal y por esta razón con desespero pero sin bajar la guardia va guiando sus propósitos sigue intensamente con la angustia dibujada en la cara, clamando por su temido hermano. Rato después al no haber tenido éxito su búsqueda Nicolás va camino al embarcadero donde sin duda intentara abordar una de sus últimas posibilidades con la esperanza de no llegar a la casa con las manos vacías”.

Termina de leer y deja de lado su PC. Nos mira mientras en nosotros hay una profunda reflexión de lo que acabamos de escuchar. Agrega: “Es muy bonita la novela. Es impresionantemente bella”.

-¿Tú, estás regresando?
-Sí. Se trata de los desplazados en Colombia. La historia de cuatro personas que emigraron de una zona de violencia en el Chocó. Precisamente en el Baudó. Que migran a Buenaventura. Tres hombres y una mujer. Uno de ellos se casa. Digamos, que tiene dos niños con la mujer. Dos gemelos. El uno se ahoga y comienza aparecérsele, al hermano en cuerpo y alma. No, eso es…
El maestro hace gestos explicativos. Se emociona, se muerde la lengua, y en sus ojos se nota la alegría del buen contador de historias. Eso es tremendo, dice. Continúa: “Comienza como muy coloquialmente. Pero, después va cogiendo ribetes de política internacional y de muchas otras cosas…de teología, ahí aparece la opinión que yo tengo de la Iglesia. Bueno, una cantidad de cosas. Es muy…muy sustantiva.

-¿Por qué “el Amanecer de los Pájaros”?
-Porque…

-¿Es con varios significados?
-Sí. Bueno, yo creo se puede ensamblar a lo mío, porque los pájaros con la incidencia del hombre no se sabe, donde van a amanecer. Usted ve que se derraman petróleo en las costas, que hay poda de árboles y ya su habitad no es el mismo. Entonces, de cierta de manera es una similitud con lo de nosotros. Con lo de nosotros, es porque también es a la fuerza. Es otra fuerza…que nos hace…que hace que nos desplacen. No, que nos desplacemos. No que nos desplacen de nuestro habitad para terminar en las goteras de una ciudad. O en los cordones de miseria de una ciudad. Una cosa lamentable. Y digamos, de algo… que pasó en la novela que yo lo veo pues poéticamente.
Jairo vuelve al PC y dice: “…Espere a ver si… yo hice de pronto la representación adecuada de lo que me imaginé…de lo que yo me supuse”. Vuelve y encuentra lo que busca rápidamente con el mouse.
-“Dice. La efusividad de los dos es tan grande que no hay ni habrá forma de que este episodio pase a un segundo plano. Así persista el intenso aguacero con sus incandescentes relámpagos y sus truenos acompasados. Así alerta estén los pájaros que están enjuagados hasta la coronilla y a pesar del viento y el agua que casi los tumba, se mantienen lelos y posados sobre las ramas de los árboles que están al pie de la casa. Dando la impresión como si observarán con cierta envidia a los recién llegados que desde que aparecieron los han hecho culpables de sus desgracias, su penuria y su mala suerte y que por ende consideran que estas dos personas son las que han originado su pecado porque al parecer encontraron el techo que a ellos les falta. Más estos noveleros pajarracos se tendrán que cuidar y concientizarse de no hacerse falsas expectativas porque aunque la tormenta si tiene la magnitud de un gran diluvio la loma donde permanecen como para coger turno ni es el arará ni la choza de Toribio tiene forma de Arca ni mucho menos, en ella caben todos los que quisieran estar dentro”.

Vuelve y explica con las manos como asintiendo lo que está haciendo. Agrega: “Eso es lo que yo, poéticamente dibujo, que es la cuestión de los paras…O sea que el hombre está desplazado y ellos también y los pájaros en medio de esa tempestad están absortos como esperando turno para entrar a la casa. Pero, como no son humanos pues son los humanos los que habitan la choza que los está esperando”.

-¿Maestro, qué diferencia hay entre ese hombre tan sabio que aparece ahora con la escritura y el hombre joven niño que llegó a  Bogotá a crear el Grupo Niche?

-Ninguna.

-¿Sigue siendo el mismo?
-Sí. Gracias, a Dios conservo la misma humildad. Y primero, le aclaro que sabio no soy. Soy uno más que hace fuerza para conseguir el sustento diario, igual que cualquier otro y que aspiro y espero que en el mundo, no en mi país nada más no hayan signos de violencia y de tanta desigualdad, que lógicamente no lo vamos a ver porque está es una cantidad de picos que hay en el comportamiento del hombre que…que…unas veces más y otras veces menos…pero, siempre van a estar ahí.

-¿Pero, si hay alguna diferencia en ese joven que iba a la Teja Corrida a mostrarnos su música?
-La experiencia…la experiencia. El trasegar…la vida. Lo va llenando a uno de requisitos y de cosas…que lógicamente te dan los ingredientes para poder sacar más.

-¿Cómo hace ese hombre que inicialmente tenía su “Timba” cuando era un niño y de un momento a otro aparece en la ciudad haciendo…para gente llena de abrigos y cosas y abalorios…y después Usted comienza a quitarles los abrigos y empieza a enseñarles la música suya y va empezando como a regalarle al mundo lo que tiene adentro…Cómo hace ese hombre para hacer eso?
-Vivir. Yo, creo que ese es el secreto…vivir cada momento intensamente, para sacar algún fruto para poder expresar…para poderlo plasmar…para regocijarse uno…interiormente de que valió la pena…de que  a veces…nos preguntamos: de por qué a veces a unos les va mejor y a otros nos va…o regular o peor. Definitivamente porque hay gente que se esmera, que se trasnocha, que se sacrifica y yo por eso, es que los signos de riqueza los veo de una manera muy espiritual y sí, es física es valorar el sacrificio porque nadie sabe cómo cada quien lo hizo cuando las cosas son bien habidas para tener lo que realmente se merece.

-¿Qué es lo que más recuerda de la Teja Corrida?
-Bueno, la Teja Corrida, es un sitio que yo afortunadamente de alguna manera ayude a edificar…y recuerdo que iban personas letradas. Personas que estaban en otro rol como buscando cosas distintas. No eran personas que tuvieran dinero sino que…que sentían la necesidad de encontrarse con otros que tuvieran la misma manera de pensar. Eso pude notar en esa época y eso es lo que ahora puedo extractar.




-¿De esa época en Bogotá, Usted debe recordar la Casa Folklórica donde estaba el maestro Aristarco Perea?
-Claro, en la 18 con quinta.

-¿Cómo fue su relación con él?
-Aristarco era un hombre muy folklórico. Recuerdo que una vez. El maestro al recordar se ríe porque algo le produce gracia y pareciera que mira hacia dentro de sus propios recuerdos. Se ríe y dobla su cuerpo. Una vez. Estábamos en Quibdó con un amigo que éramos como soñadores, Federico Garcés y nos volábamos del Colegio y nos íbamos a dónde Aristarco y una vez estábamos como a las diez u once de la mañana y no sé por qué razón terminaron ellos alegando, porque ocurre que el papá de Aristarco había tenido un duelo con el papá de Federico en un pueblo…en un caserío del San Juan…no recuerdo…sí, era en Itsmina o Tadó. No recuerdo. Pero, lo que sí sé, es que era en un caserío del San Juan y se cruzó un señor y una de las balas mató a ese señor y como el papá de Federico se suponía que era una de las grandes familias del Chocó… y de Quibdó…de los Garcés. Entonces, le echaron la culpa al papá de Aristarco. Y ese día casi se agarran ellos por esa historia. Entonces, les dije: “Ustedes, sí que son tontos”.

Porque ninguno de los dos fue testigo de eso. Y qué bueno que la vida nos haya la oportunidad de poder estar aquí, reunidos hablando de otra cosa diferente. Diferente a las armas. Y ahí, me tocó meterme a mí. Y a varias personas más. Y quedó pues esa anécdota como referencia. Aristarco, era una persona muy obcecada, que dentro de lo que yo puedo contar y que sé y que no es ningún secreto para nadie y era que él le echaba “mentholín” al moro. El moro era el hijo de él. Era el que tocaba la batería y pues como era la novedad de la Casa Folklórica y para mantenerlo despierto él le echaba mentholín aquí en la ceja izquierda. 
–El maestro Varela señala con el dedo pulgar de su mano izquierda- Eso, él lo hacía para que el pelado estuviera con las pilas puestas y despierto.




-De todos estos seres humanos que fueron poco a poco, llegando a Bogotá a calentarla y a llenarla de vida y todo lo que es el Pacífico y todo lo que es el Caribe, hay otro ser maravilloso “El Brujo”.
-Alfonso Córdoba.

-¿Qué significado ha tenido para Usted en su vida?
-Bueno, muchas cosas. Muchas cosas en común y muchas cosas que vivimos de una amistad sincera. Clara. Diáfana. De una entrega por parte de todos los que estábamos en ese pequeño círculo de chocoanos que habíamos llegado a Bogotá. Alfonso Córdoba, El Brujo, yo creo que no tuvo la suerte. Yo lo que más admiraba en él era la voz. Su voz. Su afinación natural. Su expresión lírica para cantar y al cantar. No se le dio. Inclusive cuando nosotros, Alexis y yo de alguna manera emergimos con suerte o con el don o con el poco don que teníamos. Le dimos la posibilidad a él de que grabara uno o dos o tres álbumes. Conmigo uno, que lo hizo con Codiscos pues de poca trascendencia. Porque es que la música del Pacífico ha estado como limitada. No ha tenido la promoción adecuada. Ahora que hay un Festival Petronio Álvarez y el Festival que acabó de pasar la semana pasada, El Festival de la Marimba, está tratando de cómo de desarrollarse como de sacar la cabeza. Pero, ojalá hayan músicos de cabecera con la constancia y el talento suficientes. Músicos que los hay. Como el caso de Candelario y  como otros puedan tener el acompañamiento que se requiere para de una vez catapultar la Música del Pacífico para todo el mundo.

-En ese “recorderis” de personas del Chocó hay un hombre que es maestro Rentería, lo conoció, trató de compartir con él. Fue el único afro que compartió en su momento con los Gaiteros de San Jacinto, gracias a Manuel Zapata Olivella. ¿Lo recuerda?
-Me hablas de…

-Del viejo Rentería que tocó la tambora en el Conjunto de Gaitas, en esa gira que hicieron por Europa, Asia y los Estados Unidos. También fue lutier de instrumentos
-Bueno, yo…

-No lo recuerdas.
-El único músico afrochocoano que recogió Manuel y Delia a la gira por toda Europa
-A…sí…sí. Sí ya lo asocio.
-Todavía está vivo.

-Sí, él vive en Bogotá. Sí, digamos…que lo que pasa es que…sin querer uno, meterse en camisa de once varas, creo que lo que hizo Delia Zapata en su momento…fue con un fin comercial…porque en lo que se refiere a la música del Pacífico y al folklor enteramente del Pacífico, que ella conozca el del Atlántico vaya y venga…pero, le dieron otra connotación…lo vistieron distinto…le dieron otros movimientos…de lo que yo me pude dar cuenta…así, ella tuviera personas como el señor Rentería que estuvieran pues como corriendo lo malo que ella pudiera ella hacer…pero, supongo yo que…pues que lo hizo con el corazón. Pero, eso sí es…lo que yo puedo extractar, lo que yo puedo sentir a la lejanía de lo que pasó con la incidencia que tuvo Delia dentro de la música y el folklor del Pacífico. Que se le abona que tuvo la idea de hacerla conocer…eso está muy bien. Pero, no de la manera real y autóctona como pienso que es.




-Cómo se estaba dando originariamente.
-Como ha sido siempre…O sea hay personas que no han tenido esa posibilidad por cosas del destino como el caso de Madolia en el Chocó, Madolia de Diego.
-Que estuvo con ellos en la gira.
-Sí.

-Como una gran bailarina.
-Como bailarina, pero, ella soportaba lo que ella quería hacer con el folklor nuestro sobre ciertos elementos que tenía  dentro de su conjunto…pero, sí, se distorsionó en algo. Aunque sea un contrasentido que Madolia hubiese estado ahí. Pero, a veces quién tiene el palo como se dice…el garrote da con él y de pronto…ellos extractan lo que les interesa…pero, lo básico…básico, no.




-Es muy respetuoso, eso que acaba de decir…pero, quiero conectarlo con alguien…dentro de todos esos músicos que nos ha dado con alta riqueza el Chocó está Antero Agualimpia.
-Son personas que nacieron fuera de tiempo.

-¿Le gusta su música?
-Claro.
-Por su creación…porque tenía un concepto muy original. Porque su música es única…porque vale la pena…porque vale la pena rescatarla…y por el sentimiento que dejo en el instrumento… en el clarinete que él tocaba…era una persona que pues lastimosamente terminó en el ostracismo. Pero, por culpa de la misma sociedad…por culpa sobretodo del Estado. Es que debe y está en la obligación de rescatar todo lo que hacemos algo por…la cultura y por el arte.

-Hay un ser muy ancestral en su vida… ¿cuál fue la primera canción que ella le enseñó?
-Mi mamá no tenía tiempo para eso.
-Ella no me enseñó canciones. De pronto,.. -Jairo mira hacia el cielo y vuelve y retoma la respuesta- … lo que llevó en la sangre…pues totalmente. Pero, a mi mamá le tocaba criar a seis hijos…era madre soltera prácticamente y la verdad es que no la veíamos casi…nos crió mi abuela y mi mamá siempre o escribiendo o metiéndose en una oficina para poder llegar algo a la casa.

-¿Y Usted, no recuerda algo que lo haya marcado del canto chocoano y de las fiestas de allá? ¿De su juventud? ¿De su infancia?
-Yo, recuerdo mucho sus investigaciones folklóricas porque era una persona muy sacrificada…que se dio a la tarea de…recolectar casi todas…las formas que han existido en el folklor chocoano y en la Costa del Pacífico…yendo por ahí, a caseríos…




- A hacer etnografía.
-Claro. Por supuesto.

-¿Jairo, qué le dijo su mamá la primera vez, que Usted le dijo: Voy a montar un Grupo que se llama el Grupo Niche?
-Bueno, yo creo…que ni cuenta se dio…o sea se dio cuenta lógicamente cuando ya estaba instituido. Cuando ya estaba funcionando como Grupo Niche. Yo estaba en Bogotá, “peliando” con la vida…a ver cómo sobrevivía…eran momentos muy duros y muy difíciles…de sólo llevar uno, una moneda de cincuenta centavos, que equivalía comprar con eso una empanada y saber que no la podías botar porque de pronto era lo único que tenías para comer en el día…pero, de pronto, tal vez, no porque en la casa no hubiera…era que en la casa habían tantas necesidades…sino que…cuando uno se separa de la casa…se separa. Y pues en vez de constituirse en una carga…pues más bien como estar apartado de eso. Pero, realmente…

-¿Ella, se sintió feliz?
-Lógicamente.

-¿Qué te dijo?
-Pues que yo como que había nacido para eso. Y me apoyo, digamos  pues desde la parte moral…de la parte afectiva…de la parte de estar con uno pues…hecho de ella…que es la que vale pues sí. Definitivamente, sí.

-¿Llegaron a bailar juntos, algún día cuando le mostraste el disco, le dijiste: “Mamá, te voy a mostrar este disco para que lo bailemos…”
-Sí, recuerdo muy viene ese día perfectamente. Sí, le gustaba…pues sentía que lo mío era…era un poco diferente.

-¿Jairo, ese hombre que ha ido creciendo lentamente…en muchas cosas…se siente como un precursor de la Salsa en Colombia?
-No. Lo mío es hacer canciones. Lo mío, es escribir canciones. O sea, no pertenezco solamente a un género. Aunque que la Salsa es algo tan grande que en este momento es…prácticamente una de las formas más exactas que hay de comunicación entre los pueblos afrolatinoamericanos. Pero, a mí me llama más la atención…de que me vean como un hacedor de canciones.

-¿No más?
-Sí. No sólo de la Salsa.




-¿Cuando Usted decide venirse a la ciudad de Cali, por qué lo hace?
-Porque considere que aquí había más posibilidades. Lo que nosotros, nos queríamos dedicar a hacer…tenía más eco. Tenía más fuerza e iba a tener más trascendencia en el futuro inmediato. Precisamente por ser Cali ser lo que es. Una ciudad casi negra…en la cual nos identificamos con muchas cosas…desde la comida hasta la manera como caminamos. Y como también nos expresamos.

-¿Es esa forma en la que Usted ve a la ciudad y que la siente y logra sintetizar en “Cali Pachanguero”?
-Claro, que sí. Precisamente, Cali es… “Cali Pachanguero” es la simple historia o no tan simple de pronto. Pero, contar en pocas palabras lo que siente una persona que está lejos de su tierra y sobre todo de su tierra natal. Como lo que me sucedió a mí en un ensayo…pasó un muchacho… estábamos en Nueva York y pasó un muchacho y estaba haciendo tanto frío…que yo lo hice  entrar…porque era una pared de vidrio…que nos habían prestado un local para que nosotros ensayáramos y vi que era como tanto el frío…que yo lo hice pasar…y coincidió…que era una persona que era nacida aquí en la ciudad de Cali. Y nos pusimos  a hablar y é había ido a Estados Unidos por el famoso sueño americano y me comentaba y me contaba él que la idea era conseguir para el pasaje y regresarse a Cali y no volver a salir más de Cali. Jamás. Y yo creo que ese es el alma y la base fundamental. La idea central de “Cali Pachanguero”.

-¿De ahí, nace esa idea?
-De ahí nace.




-¿Cali le ha rendido con la misma moneda con que Usted en la creación le ha dado a ella?
-No, yo creo que a mí es al que me falta darle a Cali.

-¿Por qué maestro?
-Porque es mucho lo que han hecho por mí. Yo soy parte de Cali, pero, me siento con los mismos derechos que tiene cualquier persona nacida aquí. Mis hijos son de aquí y…o sea tengo que producir…tengo que…que…tratar de hacer cosas que agraden a la sociedad…para yo poder pagarle a Cali. Lo que ellos han hecho por mí.

-¿Cuando Usted salió ayer en ese Salsódromo, yo sentía al niño Jairo Varela como en un “San pachito”, Usted se sintió así con esa alegría. Con ese “albozor” con que iba montado, cantando, bailando y saludando a la gente…que lo gritaba y le cantaba sus cantos…en la más nutrida fiesta que muchos tengamos memoria, casi o más de un millón de personas, bailando, gozando…enloquecidos…encontrando…sus propias expresiones de un Carnaval incontenible e insuperable por mucho tiempo?
-Sí, totalmente de acuerdo. Esas son cosas que no pasan sino una sola vez en la vida. Poder estar sintiendo ese jolgorio…esa efusividad…esa fiesta…esa euforia…ese sentimiento…ese acercamiento cuando la gente se entrega a la gente…pues se tiene que emocionar uno…totalmente y son cosas que pasan y que quedan ahí y que definitivamente son irrepetibles…verdaderamente irrepetibles…ojalá…alguien de mi familia pueda darse cuenta de eso y que bueno, que…la idea que yo tengo…pueda tener continuidad.

-¿Cuándo Usted dice eso lo dice con el sentimiento de que se va a retirar de la música o quiere que alguien lo vaya a reemplazar?
-No. Pero, le digo una cosa…bueno, somos aves de paso…somos aves de paso y una de las cosas que más me impresionan es que…estoy convencido que ya he hecho algo diferente para la humanidad y puedo seguir viviendo en otra parte, donde él quiera. Después de lo de ayer, sentí que estoy comenzando a irme donde Dios quiera, no le parece. Ayer la gente de Cali, me hizo sentir eso.

A Jairo la gente lo arrullo con sus cantos, con sus canciones, con jadeos, con su ser Pacífico, lo van a seguir queriendo desde la Eternidad y desde ese día lo sabía, cuando se hacían agua los ojos de sentir esa sensación, de volar en medio de los corazones de los caleños, los colombianos y los turistas que le cantaron las canciones en ese diciembre del 2009.









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