“…las viejas voces de otros tiempos
regresan al corazón…” Gabo.
Desde
la última vez que lo vi en la Teja Corrida de Híos y Jorge en la carrera quinta
con veintisiete, en el sector vanguardista de la Macarena de la Bogotá de los
ochenta frente a las monumentales Torres del trascendental arquitecto Rogelio
Salmona, él era un joven muchacho con unas ganas inmensas por vivir y triunfar
tercamente con su música y su Grupo Niche.
Desde
esas noches enormes y desmesuradas no lo había podido volver a escuchar de cerca y a sus ojos. Sólo sabía de sus
leyendas como de sus renacimientos inimaginables.
Ahora
el hijo de doña Teresa Martínez y don Pedro Varela Restrepo parece un marinero
que está llegando al puerto de la vida de las otras letras poéticas redentoras
por reveladoras y que se vuelven libros de memorias y culturas como su mestiza
afrochocuaneidad y el bagaje de un ser con un mundo recorrido en muchos lares
de esta tierra.
El
alumno del Colegio Claretiano, es un ser en transición que en este tiempo de
frescas cadencias en sus prosodias tan particulares, sólo dice lo que debe
contar con mucha precisión y sin ningún alarde de él mismo.
Tiene
todos los universos de esta tierra y de la otra donde ya habita con mucha
prudencia y encanto porque se sabe de memoria y con bastante acento que ha dado
únicamente lo que ha podido y está precisamente en la línea de las fugas donde
sólo moran en sus nuevas escrituras tanto su alma y su cuerpo como la memoria
entrañable del atrateño universal que sabe portar.
El
Jairo de Jesús de Fátima escribidor, es el otro ser que le ha nacido al incansable
músico creador de la familia de los Varela Martínez.
El
y sólo su espíritu, es el que tiene el
espacio exacto para la escritura de una novela como: “El amanecer de los
pájaros”. Ya Rafael Quintero en el Parque de la Música, la noche anterior a la
entrevista me había anunciado el nuevo ser con que me iría a encontrar.
Mucho
antes, Ricardo Vicenti me lo había bocetado a propósito de la posibilidad de
entrevistarlo gracias a los desplazamientos que hizo por Bogotá y Quibdó como director del Grupo Niche
en la temporada de la gira musical que compartió con Los Van Van de Cuba y el
maestro Juan Formell, cuando realizaron enormes conciertos el pasado octubre
“san pachano” del 2009.
Pero,
fue el mismo Vicenti quien volvió a hacerme
el contacto con Ember Mosquera para poder hacer esta conversación
pulsada por el temperamento de un ser que camina lento y al ritmo de un buen
cogedor de guayabas.
Jairo
de Jesús de Fátima Varela Martínez, es el mismísimo que ha fundado momentos
definitivos en sus canciones para que muchos las canten y las bailen...y se las
gocen como se las han gozado igual como se las recitan en los ene mil
conciertos en las que cada una de sus composiciones vuelven a sortear todo el
encanto con que fueron inventadas.
Composiciones
musicales, ya sea porque son cantos con los valores del Chocó-biogeográfico o
son himnos del amor, del desencanto amoroso o prosas que hablan del optimismo
típico de los seres adoptados por Cali y
de su pueblo agradecido con ellos o porque como cantos matutinos o
nocturnos les permiten que se puedan levantar felices en cualquier lugar del
extranjero a entonar con el corazón de sus voces y sus cuerdas vocales a
acompañar al Grupo Niche o a los cuerpos danzarios que las han escenificado y
remontado -como muchas veces se lo hicieron en su momento- a la Academia de
Incolballet de la maestra Gloria Castro con el montaje de “Barrio Ballet” y que
ahora mismo lo logra el espectáculo de la carpa cabaret de “Delirio”, con ese canto imperecedero y contagioso de “Cali
Pachanguero” que recrea y consolida tantos imaginarios posibles.
“Cali
Pachanguero”, esa magistral composición
que Varela creó por allá en 1984 y que desde ese momento logró interpretar y
retratar la belleza del parroquial pueblo caleño pues supo combinar el relato
oral de la vida cotidiana de la ciudad con los imaginarios del oyente y en la
que sabe hacer entender el patrimonio colectivo con unos contenidos que al
destinatario de la letra, los hace recordar ese ambiente cultural que han
vivido.
Ese
es un canto indispensable. Su expresividad comunica algo que es entrañable a
cada pueblo que lo escucha. Ese es un canto que está totalmente determinado por
esa relación intrínseca entre el creador y el pueblo destinatario inmediato
como es el pueblo salsero caleño y afropacífico. Esa es una relación como diría
Rito Llerena que “es necesario mostrar
porque esta relación está fuertemente determinada por la tipología de la
cultura en la que se producen los textos” del “Cali Pachanguero”.
Son
textos donde la poesía artística está orientada hacia la posición del hablante
o hacia la posición del oyente, son textos perfectamente comprensibles y que
dan las orientaciones del todo de una cultura popular como de su funcionalidad
social.
El autor de estas letras, es un boga en la
ciudad. Por eso compone con ese dejo y tiene la capacidad de componer estas
expresiones poético musicales afrochocoanas tan contemporáneas en Cali, para
que las disfruten propios y extraños.
Es
un cazador de instantes que puede desdoblarse y contar sus transformaciones con
la misma destreza como ha llegado a cada puerto de la vida, a hacer bailar y
cantar todo lo que su Grupo Niche
interpreta.
Cantando
las mismas coplas y sones que él mismo ha sufrido, vivido, observado y
compuesto. El mismo boga que se baja de un taxi como cualquier ciudadano del
mundo con su pequeño perro chitzú llamado “Bonnie” y que ahora es el único ser
que no lo desampara un solo instante de su vida.
Es
el mismo boga que ahora nos brinda ese canto profundo hecho novela que lo tiene
capturado y atrapado en esa manigua eterna que es la palabra.
Jairo,
es el mismo boga cantautor que en la acera de la carrera, en la otra quinta con cuarenta y cuatro
-donde quedan los Estudios Niche y a sólo nueve cuadras del viejo barrio Siloé-
saluda y responde con la misma frescura, a la gente con la que emocionadamente le gritan:
“Gracias, por todo… Maestro Varela. Feliz Año”.
Es
el mismo que carga con todo el peso de la memoria milenaria y ancestral de su
civilización pacífica tan perversamente atracada por los intrusos y desalmados
de siempre.
El
mismo que carga sobre sí, ese ser metafísico, premonitorio y esclarecedor que
está descubriendo el verdadero conflicto de esta época a la que le está
midiendo sus fuerzas.
Es
el mismo boga que nos puede leer ese habitar que está desenvolviendo hoja tras
hoja en su computador, que no es otra cuestión que “el arte de habitar en la
cultura”, con “un trascender hecho forma, que es la que “erige la espaciosa
casa del hombre, la cual es más fácil de destruir que de conservar” como lo
decía Ernst Cassirer en Davos, en 1924.
La
misma cultura que “es una frágil protección contra la barbarie, que amenaza
como una posibilidad constante del hombre” y en la que él, está totalmente
embuido, con la elaboración de su
escritura que nos comparte:
“…creo
que llegué en el momento justo donde sin duda hay que aclarar muchas cosas para
poder seguir viviendo en paz y con dignidad. Aún hay vestigios que dejaron secuelas que yo tengo y debo perdonar. Pero,
con lo que sucede en el día a día, sí, ¿será que habrá un momento de profunda
reflexión y que la sociedad actual esté a la altura de lo que aspiran mis
ansias para que de una vez por todas me hagan olvidar? No hay necesidad de
retroceder mucho para darme cuenta que la razón me asiste. Por eso, hoy más
convencido que nunca, creo definitivamente en el sacrificio y poseído de
incuestionables sindéresis que no dejará jamás que nada quede en el olvido. Aún mis ojos ven atónitos
la misma desesperanza que sigue vagando sin poder aferrarse a un sueño. Ese
sueño que todos idealizamos y que con justa razón nos hace creer que nos sentimos con los mismos derechos que por
motivos ajenos a nuestra voluntad se ven truncados y sujetados a cadenas
invisibles cuyo único papel es y ha sido a través del tiempo, estar ahí como
testimonio mudo e impávido de historias que en la medida en que nos adentremos
en su esencia, la crudeza y su misma verdad, hacen dudar, porque cuesta creer,
pero si a diario nos acostamos con ellas, dónde está el milagro que sólo
veremos al amanecer o variar en algo lo que en siglos poco o nada ha cambiado
su apariencia triste si todavía su imagen triste o de dolor perdura. O el
presente me impulsa decididamente con más valor y con más fuerza a escriturar
en un solo deseo, que estos recuerdos se vayan en un viaje sin regreso para que
nunca más vuelva a nacer… el motivo de mis lágrimas”.
-¿Qué hermoso,
maestro Jairo?
-Así
es, -asienta en baja voz. Nos mira, vuelve a la pantalla de su ordenador. Busca
con el mouse. Levanta su mano izquierda y vuelve a hablar: “Esto comienza con
una ilustración de lo que es un pequeño
capítulo”. Vuelve al PC y recomienza su lectura:
“En
un paraje cerca a la orilla del mar, un niño en su afán de concretar una pista que le revele el paradero
de su hermano llega ya hasta allí casi verse vencido por la impotencia de no
lograr su cometido. Es tanta su obstinación que no siente que sus pies están
lacerados de pisar y pisar ramas secas y que al reventarlas van produciendo un
continuo chasquido que unido al sonido del trinar de los pájaros que por
costumbre a estas horas de la mañana se desperezan sacudiendo sus alas, se
confunde todo aún más con la naturaleza
inhóspita del lugar que por suerte para los tímidos visitantes y para los que
de alguna manera han escogido este sitio como parte de su vida cuentan
irrenunciablemente con la sombra benévola de unos guayacanes ya cansados y
agrietados de estos vetustos árboles que con sólo ver el trajín a que son
sometidos a diario, dan la impresión que se abrazarán más a la madre tierra
como temiendo una tormenta y justificando su miedo tan si se tratará de una
misa acompasada de campanas presagiando su muerte, dándose de paso… que han
sido muchas veces lastimados hasta por el mismo aire que con ventiscas de arena
sigue aún maltratando sus hojas…lo que no ha sido óbice para que sigan ahí,
haciendo caso omiso de las heridas y olvidando para siempre la aguda punta del
miedo y buscando el centro de sus lágrimas, las manos inocentes de los niños
que las han hurgado y resistiendo incólumes generosamente sigan guardando sin
objetar secretos y promesas que como una impronta de ilusiones han dejado
grabadas en su concha. José Beili Nicolás Mosquera Mena…quien entre otras
cosas y como cosa rara no salió como
otros a tomar el acostumbrado baño matinal y por esta razón con desespero pero
sin bajar la guardia va guiando sus propósitos sigue intensamente con la
angustia dibujada en la cara, clamando por su temido hermano. Rato después al
no haber tenido éxito su búsqueda Nicolás va camino al embarcadero donde sin
duda intentara abordar una de sus últimas posibilidades con la esperanza de no
llegar a la casa con las manos vacías”.
Termina
de leer y deja de lado su PC. Nos mira mientras en nosotros hay una profunda
reflexión de lo que acabamos de escuchar. Agrega: “Es muy bonita la novela. Es
impresionantemente bella”.
-¿Tú, estás
regresando?
-Sí.
Se trata de los desplazados en Colombia. La historia de cuatro personas que
emigraron de una zona de violencia en el Chocó. Precisamente en el Baudó. Que
migran a Buenaventura. Tres hombres y una mujer. Uno de ellos se casa. Digamos,
que tiene dos niños con la mujer. Dos gemelos. El uno se ahoga y comienza
aparecérsele, al hermano en cuerpo y alma. No, eso es…
El
maestro hace gestos explicativos. Se emociona, se muerde la lengua, y en sus
ojos se nota la alegría del buen contador de historias. Eso es tremendo, dice.
Continúa: “Comienza como muy coloquialmente. Pero, después va cogiendo ribetes
de política internacional y de muchas otras cosas…de teología, ahí aparece la
opinión que yo tengo de la Iglesia. Bueno, una cantidad de cosas. Es muy…muy
sustantiva.
-¿Por qué “el
Amanecer de los Pájaros”?
-Porque…
-¿Es con varios
significados?
-Sí.
Bueno, yo creo se puede ensamblar a lo mío, porque los pájaros con la
incidencia del hombre no se sabe, donde van a amanecer. Usted ve que se
derraman petróleo en las costas, que hay poda de árboles y ya su habitad no es
el mismo. Entonces, de cierta de manera es una similitud con lo de nosotros.
Con lo de nosotros, es porque también es a la fuerza. Es otra fuerza…que nos
hace…que hace que nos desplacen. No, que nos desplacemos. No que nos desplacen
de nuestro habitad para terminar en las goteras de una ciudad. O en los
cordones de miseria de una ciudad. Una cosa lamentable. Y digamos, de algo… que
pasó en la novela que yo lo veo pues poéticamente.
Jairo
vuelve al PC y dice: “…Espere a ver si… yo hice de pronto la representación
adecuada de lo que me imaginé…de lo que yo me supuse”. Vuelve y encuentra lo
que busca rápidamente con el mouse.
-“Dice.
La efusividad de los dos es tan grande que no hay ni habrá forma de que este
episodio pase a un segundo plano. Así persista el intenso aguacero con sus
incandescentes relámpagos y sus truenos acompasados. Así alerta estén los
pájaros que están enjuagados hasta la coronilla y a pesar del viento y el agua
que casi los tumba, se mantienen lelos y posados sobre las ramas de los árboles
que están al pie de la casa. Dando la impresión como si observarán con cierta
envidia a los recién llegados que desde que aparecieron los han hecho culpables
de sus desgracias, su penuria y su mala suerte y que por ende consideran que
estas dos personas son las que han originado su pecado porque al parecer
encontraron el techo que a ellos les falta. Más estos noveleros pajarracos se
tendrán que cuidar y concientizarse de no hacerse falsas expectativas porque
aunque la tormenta si tiene la magnitud de un gran diluvio la loma donde
permanecen como para coger turno ni es el arará ni la choza de Toribio tiene
forma de Arca ni mucho menos, en ella caben todos los que quisieran estar
dentro”.
Vuelve
y explica con las manos como asintiendo lo que está haciendo. Agrega: “Eso es
lo que yo, poéticamente dibujo, que es la cuestión de los paras…O sea que el
hombre está desplazado y ellos también y los pájaros en medio de esa tempestad
están absortos como esperando turno para entrar a la casa. Pero, como no son
humanos pues son los humanos los que habitan la choza que los está esperando”.
-¿Maestro, qué
diferencia hay entre ese hombre tan sabio que aparece ahora con la escritura y
el hombre joven niño que llegó a Bogotá
a crear el Grupo Niche?
-Ninguna.
-¿Sigue siendo el
mismo?
-Sí.
Gracias, a Dios conservo la misma humildad. Y primero, le aclaro que sabio no
soy. Soy uno más que hace fuerza para conseguir el sustento diario, igual que
cualquier otro y que aspiro y espero que en el mundo, no en mi país nada más no
hayan signos de violencia y de tanta desigualdad, que lógicamente no lo vamos a
ver porque está es una cantidad de picos que hay en el comportamiento del
hombre que…que…unas veces más y otras veces menos…pero, siempre van a estar
ahí.
-¿Pero, si hay
alguna diferencia en ese joven que iba a la Teja Corrida a mostrarnos su
música?
-La
experiencia…la experiencia. El trasegar…la vida. Lo va llenando a uno de
requisitos y de cosas…que lógicamente te dan los ingredientes para poder sacar
más.
-¿Cómo hace ese
hombre que inicialmente tenía su “Timba” cuando era un niño y de un momento a
otro aparece en la ciudad haciendo…para gente llena de abrigos y cosas y
abalorios…y después Usted comienza a quitarles los abrigos y empieza a
enseñarles la música suya y va empezando como a regalarle al mundo lo que tiene
adentro…Cómo hace ese hombre para hacer eso?
-Vivir.
Yo, creo que ese es el secreto…vivir cada momento intensamente, para sacar
algún fruto para poder expresar…para poderlo plasmar…para regocijarse
uno…interiormente de que valió la pena…de que
a veces…nos preguntamos: de por qué a veces a unos les va mejor y a
otros nos va…o regular o peor. Definitivamente porque hay gente que se esmera,
que se trasnocha, que se sacrifica y yo por eso, es que los signos de riqueza
los veo de una manera muy espiritual y sí, es física es valorar el sacrificio porque
nadie sabe cómo cada quien lo hizo cuando las cosas son bien habidas para tener
lo que realmente se merece.
-¿Qué es lo que más
recuerda de la Teja Corrida?
-Bueno,
la Teja Corrida, es un sitio que yo afortunadamente de alguna manera ayude a
edificar…y recuerdo que iban personas letradas. Personas que estaban en otro
rol como buscando cosas distintas. No eran personas que tuvieran dinero sino
que…que sentían la necesidad de encontrarse con otros que tuvieran la misma
manera de pensar. Eso pude notar en esa época y eso es lo que ahora puedo
extractar.
-¿De esa época en
Bogotá, Usted debe recordar la Casa Folklórica donde estaba el maestro
Aristarco Perea?
-Claro,
en la 18 con quinta.
-¿Cómo fue su
relación con él?
-Aristarco
era un hombre muy folklórico. Recuerdo que una vez. El maestro al recordar se
ríe porque algo le produce gracia y pareciera que mira hacia dentro de sus
propios recuerdos. Se ríe y dobla su cuerpo. Una vez. Estábamos en Quibdó con
un amigo que éramos como soñadores, Federico Garcés y nos volábamos del Colegio
y nos íbamos a dónde Aristarco y una vez estábamos como a las diez u once de la
mañana y no sé por qué razón terminaron ellos alegando, porque ocurre que el
papá de Aristarco había tenido un duelo con el papá de Federico en un pueblo…en
un caserío del San Juan…no recuerdo…sí, era en Itsmina o Tadó. No recuerdo.
Pero, lo que sí sé, es que era en un caserío del San Juan y se cruzó un señor y
una de las balas mató a ese señor y como el papá de Federico se suponía que era
una de las grandes familias del Chocó… y de Quibdó…de los Garcés. Entonces, le
echaron la culpa al papá de Aristarco. Y ese día casi se agarran ellos por esa
historia. Entonces, les dije: “Ustedes, sí que son tontos”.
Porque
ninguno de los dos fue testigo de eso. Y qué bueno que la vida nos haya la
oportunidad de poder estar aquí, reunidos hablando de otra cosa diferente.
Diferente a las armas. Y ahí, me tocó meterme a mí. Y a varias personas más. Y
quedó pues esa anécdota como referencia. Aristarco, era una persona muy
obcecada, que dentro de lo que yo puedo contar y que sé y que no es ningún
secreto para nadie y era que él le echaba “mentholín” al moro. El moro era el
hijo de él. Era el que tocaba la batería y pues como era la novedad de la Casa
Folklórica y para mantenerlo despierto él le echaba mentholín aquí en la ceja
izquierda.
–El maestro Varela señala con el dedo pulgar de su mano izquierda- Eso, él lo hacía para que el pelado estuviera con las pilas puestas y despierto.
–El maestro Varela señala con el dedo pulgar de su mano izquierda- Eso, él lo hacía para que el pelado estuviera con las pilas puestas y despierto.
-De todos estos
seres humanos que fueron poco a poco, llegando a Bogotá a calentarla y a
llenarla de vida y todo lo que es el Pacífico y todo lo que es el Caribe, hay
otro ser maravilloso “El Brujo”.
-Alfonso
Córdoba.
-¿Qué significado
ha tenido para Usted en su vida?
-Bueno,
muchas cosas. Muchas cosas en común y muchas cosas que vivimos de una amistad
sincera. Clara. Diáfana. De una entrega por parte de todos los que estábamos en
ese pequeño círculo de chocoanos que habíamos llegado a Bogotá. Alfonso
Córdoba, El Brujo, yo creo que no tuvo la suerte. Yo lo que más admiraba en él
era la voz. Su voz. Su afinación natural. Su expresión lírica para cantar y al
cantar. No se le dio. Inclusive cuando nosotros, Alexis y yo de alguna manera
emergimos con suerte o con el don o con el poco don que teníamos. Le dimos la
posibilidad a él de que grabara uno o dos o tres álbumes. Conmigo uno, que lo
hizo con Codiscos pues de poca trascendencia. Porque es que la música del
Pacífico ha estado como limitada. No ha tenido la promoción adecuada. Ahora que
hay un Festival Petronio Álvarez y el Festival que acabó de pasar la semana
pasada, El Festival de la Marimba, está tratando de cómo de desarrollarse como
de sacar la cabeza. Pero, ojalá hayan músicos de cabecera con la constancia y
el talento suficientes. Músicos que los hay. Como el caso de Candelario y como otros puedan tener el acompañamiento que
se requiere para de una vez catapultar la Música del Pacífico para todo el
mundo.
-En ese
“recorderis” de personas del Chocó hay un hombre que es maestro Rentería, lo
conoció, trató de compartir con él. Fue el único afro que compartió en su
momento con los Gaiteros de San Jacinto, gracias a Manuel Zapata Olivella. ¿Lo
recuerda?
-Me
hablas de…
-Del viejo Rentería
que tocó la tambora en el Conjunto de Gaitas, en esa gira que hicieron por
Europa, Asia y los Estados Unidos. También fue lutier de instrumentos
-Bueno,
yo…
-No lo recuerdas.
-El único músico
afrochocoano que recogió Manuel y Delia a la gira por toda Europa
-A…sí…sí.
Sí ya lo asocio.
-Todavía
está vivo.
-Sí,
él vive en Bogotá. Sí, digamos…que lo que pasa es que…sin querer uno, meterse
en camisa de once varas, creo que lo que hizo Delia Zapata en su momento…fue
con un fin comercial…porque en lo que se refiere a la música del Pacífico y al
folklor enteramente del Pacífico, que ella conozca el del Atlántico vaya y
venga…pero, le dieron otra connotación…lo vistieron distinto…le dieron otros
movimientos…de lo que yo me pude dar cuenta…así, ella tuviera personas como el
señor Rentería que estuvieran pues como corriendo lo malo que ella pudiera ella
hacer…pero, supongo yo que…pues que lo hizo con el corazón. Pero, eso sí es…lo
que yo puedo extractar, lo que yo puedo sentir a la lejanía de lo que pasó con
la incidencia que tuvo Delia dentro de la música y el folklor del Pacífico. Que
se le abona que tuvo la idea de hacerla conocer…eso está muy bien. Pero, no de
la manera real y autóctona como pienso que es.
-Cómo se estaba
dando originariamente.
-Como
ha sido siempre…O sea hay personas que no han tenido esa posibilidad por cosas
del destino como el caso de Madolia en el Chocó, Madolia de Diego.
-Que estuvo con
ellos en la gira.
-Sí.
-Como una gran
bailarina.
-Como
bailarina, pero, ella soportaba lo que ella quería hacer con el folklor nuestro
sobre ciertos elementos que tenía dentro
de su conjunto…pero, sí, se distorsionó en algo. Aunque sea un contrasentido
que Madolia hubiese estado ahí. Pero, a veces quién tiene el palo como se
dice…el garrote da con él y de pronto…ellos extractan lo que les interesa…pero,
lo básico…básico, no.
-Es muy respetuoso,
eso que acaba de decir…pero, quiero conectarlo con alguien…dentro de todos esos
músicos que nos ha dado con alta riqueza el Chocó está Antero Agualimpia.
-Son
personas que nacieron fuera de tiempo.
-¿Le gusta su
música?
-Claro.
-Por
su creación…porque tenía un concepto muy original. Porque su música es
única…porque vale la pena…porque vale la pena rescatarla…y por el sentimiento
que dejo en el instrumento… en el clarinete que él tocaba…era una persona que
pues lastimosamente terminó en el ostracismo. Pero, por culpa de la misma
sociedad…por culpa sobretodo del Estado. Es que debe y está en la obligación de
rescatar todo lo que hacemos algo por…la cultura y por el arte.
-Hay un ser muy
ancestral en su vida… ¿cuál fue la primera canción que ella le enseñó?
-Mi
mamá no tenía tiempo para eso.
-Ella
no me enseñó canciones. De pronto,.. -Jairo mira hacia el cielo y vuelve y
retoma la respuesta- … lo que llevó en la sangre…pues totalmente. Pero, a mi
mamá le tocaba criar a seis hijos…era madre soltera prácticamente y la verdad
es que no la veíamos casi…nos crió mi abuela y mi mamá siempre o escribiendo o
metiéndose en una oficina para poder llegar algo a la casa.
-¿Y Usted, no
recuerda algo que lo haya marcado del canto chocoano y de las fiestas de allá?
¿De su juventud? ¿De su infancia?
-Yo,
recuerdo mucho sus investigaciones folklóricas porque era una persona muy
sacrificada…que se dio a la tarea de…recolectar casi todas…las formas que han
existido en el folklor chocoano y en la Costa del Pacífico…yendo por ahí, a
caseríos…
- A hacer
etnografía.
-Claro.
Por supuesto.
-¿Jairo, qué le
dijo su mamá la primera vez, que Usted le dijo: Voy a montar un Grupo que se
llama el Grupo Niche?
-Bueno,
yo creo…que ni cuenta se dio…o sea se dio cuenta lógicamente cuando ya estaba
instituido. Cuando ya estaba funcionando como Grupo Niche. Yo estaba en Bogotá,
“peliando” con la vida…a ver cómo sobrevivía…eran momentos muy duros y muy
difíciles…de sólo llevar uno, una moneda de cincuenta centavos, que equivalía
comprar con eso una empanada y saber que no la podías botar porque de pronto
era lo único que tenías para comer en el día…pero, de pronto, tal vez, no
porque en la casa no hubiera…era que en la casa habían tantas necesidades…sino
que…cuando uno se separa de la casa…se separa. Y pues en vez de constituirse en
una carga…pues más bien como estar apartado de eso. Pero, realmente…
-¿Ella, se sintió
feliz?
-Lógicamente.
-¿Qué te dijo?
-Pues
que yo como que había nacido para eso. Y me apoyo, digamos pues desde la parte moral…de la parte
afectiva…de la parte de estar con uno pues…hecho de ella…que es la que vale
pues sí. Definitivamente, sí.
-¿Llegaron a bailar
juntos, algún día cuando le mostraste el disco, le dijiste: “Mamá, te voy a
mostrar este disco para que lo bailemos…”
-Sí,
recuerdo muy viene ese día perfectamente. Sí, le gustaba…pues sentía que lo mío
era…era un poco diferente.
-¿Jairo, ese hombre
que ha ido creciendo lentamente…en muchas cosas…se siente como un precursor de
la Salsa en Colombia?
-No.
Lo mío es hacer canciones. Lo mío, es escribir canciones. O sea, no pertenezco
solamente a un género. Aunque que la Salsa es algo tan grande que en este
momento es…prácticamente una de las formas más exactas que hay de comunicación
entre los pueblos afrolatinoamericanos. Pero, a mí me llama más la atención…de
que me vean como un hacedor de canciones.
-¿No más?
-¿Cuando Usted
decide venirse a la ciudad de Cali, por qué lo hace?
-Porque
considere que aquí había más posibilidades. Lo que nosotros, nos queríamos
dedicar a hacer…tenía más eco. Tenía más fuerza e iba a tener más trascendencia
en el futuro inmediato. Precisamente por ser Cali ser lo que es. Una ciudad
casi negra…en la cual nos identificamos con muchas cosas…desde la comida hasta
la manera como caminamos. Y como también nos expresamos.
-¿Es esa forma en
la que Usted ve a la ciudad y que la siente y logra sintetizar en “Cali
Pachanguero”?
-Claro,
que sí. Precisamente, Cali es… “Cali Pachanguero” es la simple historia o no tan
simple de pronto. Pero, contar en pocas palabras lo que siente una persona que
está lejos de su tierra y sobre todo de su tierra natal. Como lo que me sucedió
a mí en un ensayo…pasó un muchacho… estábamos en Nueva York y pasó un muchacho
y estaba haciendo tanto frío…que yo lo hice
entrar…porque era una pared de vidrio…que nos habían prestado un local
para que nosotros ensayáramos y vi que era como tanto el frío…que yo lo hice
pasar…y coincidió…que era una persona que era nacida aquí en la ciudad de Cali.
Y nos pusimos a hablar y é había ido a
Estados Unidos por el famoso sueño americano y me comentaba y me contaba él que
la idea era conseguir para el pasaje y regresarse a Cali y no volver a salir
más de Cali. Jamás. Y yo creo que ese es el alma y la base fundamental. La idea
central de “Cali Pachanguero”.
-¿De ahí, nace esa
idea?
-¿Cali le ha
rendido con la misma moneda con que Usted en la creación le ha dado a ella?
-No,
yo creo que a mí es al que me falta darle a Cali.
-¿Por qué maestro?
-Porque
es mucho lo que han hecho por mí. Yo soy parte de Cali, pero, me siento con los
mismos derechos que tiene cualquier persona nacida aquí. Mis hijos son de aquí
y…o sea tengo que producir…tengo que…que…tratar de hacer cosas que agraden a la
sociedad…para yo poder pagarle a Cali. Lo que ellos han hecho por mí.
-¿Cuando Usted
salió ayer en ese Salsódromo, yo sentía al niño Jairo Varela como en un “San
pachito”, Usted se sintió así con esa alegría. Con ese “albozor” con que iba
montado, cantando, bailando y saludando a la gente…que lo gritaba y le cantaba
sus cantos…en la más nutrida fiesta que muchos tengamos memoria, casi o más de
un millón de personas, bailando, gozando…enloquecidos…encontrando…sus propias
expresiones de un Carnaval incontenible e insuperable por mucho tiempo?
-Sí,
totalmente de acuerdo. Esas son cosas que no pasan sino una sola vez en la
vida. Poder estar sintiendo ese jolgorio…esa efusividad…esa fiesta…esa
euforia…ese sentimiento…ese acercamiento cuando la gente se entrega a la gente…pues
se tiene que emocionar uno…totalmente y son cosas que pasan y que quedan ahí y
que definitivamente son irrepetibles…verdaderamente irrepetibles…ojalá…alguien
de mi familia pueda darse cuenta de eso y que bueno, que…la idea que yo
tengo…pueda tener continuidad.
-¿Cuándo Usted dice
eso lo dice con el sentimiento de que se va a retirar de la música o quiere que
alguien lo vaya a reemplazar?
-No.
Pero, le digo una cosa…bueno, somos aves de paso…somos aves de paso y una de
las cosas que más me impresionan es que…estoy convencido que ya he hecho algo
diferente para la humanidad y puedo seguir viviendo en otra parte, donde él
quiera. Después de lo de ayer, sentí que estoy comenzando a irme donde Dios
quiera, no le parece. Ayer la gente de Cali, me hizo sentir eso.
A Jairo la gente lo arrullo con sus cantos, con sus canciones, con jadeos, con su ser Pacífico, lo van a seguir queriendo desde la Eternidad y desde ese día lo sabía, cuando se hacían agua los ojos de sentir esa sensación, de volar en medio de los corazones de los caleños, los colombianos y los turistas que le cantaron las canciones en ese diciembre del 2009.
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