“2 de febrero, Día de la Candelaria: Con la Creación Afrocaribeña de la Orisha Oyá"
del libro:“El Regreso de los Ancestros: Oyá”, producido y con la autoría de Luís Fernando Tasceche.
¿Cómo
fue la historia del enmascaramiento intercultural de la Afrosantería en el
Caribe mediterráneo y continental, con toda la cosmogonía cristiana a propósito
de esta gran celebración religiosa y
patronal de Nuestra Señora de la
Virgen de la Candelaria; con la creación Afrocaribeña de la Orisha Oyá por parte de
las socioculturas Afrodescendientes o Afroamericanas?
Primeramente queremos darle la
bienvenida en este texto de iniciación al maestro de la cultura, el poeta,
novelista, ensayista y dramaturgo LeRoi Jones, que
en “Blues People, música negra en la américa blanca”, -una de las obras
capitales de la verdadera historia social de los procesos de construcción del
Jazz en el mundo- nos cuenta, cómo
fueron de difíciles las condiciones de
posibilidad, para que hoy en este siglo XXI, tengamos vivas estas expresiones
etnoculturales que han resistido todos
los embates de la intolerancia de las culturas dominantes europeas.
Afirma LeRoi que: “Debido a que
el africano provenía de una cultura intensamente religiosa, de una sociedad en
que la religión era una realidad cotidiana, de todos los minutos de cada día, y
no algo confinado a una especiosa reafirmación semanal, tuvo que encontrar
otros métodos de dar culto a sus dioses en el instante en que los captores blancos le prohibieron los
antiguos medios de culto. Los primeros esclavos consideraron captores a los
blancos; y sólo cuando estos esclavos se convirtieron en norteamericanos
comenzaron a considerar que sus captores eran amos, y que ellos eran esclavos
en vez de cautivos. Como es natural, la inmediata reacción fue intentar
proseguir sus cultos en secreto. Los ritos más solemnes no podían celebrarse
como no fuera en secreto. Sin embargo, los ritos diarios continuaron
practicándose. La cotidiana relación del africano con sus dioses no podía eliminarse de la noche a la mañana.
En realidad, muchas de las “supersticiones” de los negros que los blancos
consideraban “hechicería” eran restos de las religiones africanas. Incluso en
nuestros días, en muchas zonas rurales del Sur, existen extrañas mezclas de
vudú, así como de otras religiones africanas, con el cristianismo. La creencia
que algunos negros de escasa educación o refinamiento tienen en ciertos
significados de los sueños, en los artificios de buena o mala fortuna, en
raíces y hierbas, proceden directamente de creencias religiosas africanas. Del
mismo modo, muchos aforismos que los negros aplican a situaciones de naturaleza
estrictamente social proceden de las religiones africanas”.
En otra de las búsquedas de esta comprensión
pertinente sobre la festividad del 2 y el 3 de febrero, también debemos tener
en cuenta, en esta conversación explicativa y para hacer un Contexto Complejo sobre esta celebración, -porque de lo que se
trata es de poder articular y organizar de forma multidimensional todas las
Informaciones que hay en relación con las festividades-, queremos invitar en
este diálogo a don Fernando Ortiz, el sabio cubano que “no quebranto las
aduanas científicas, ni incurrió en las fáciles y peligrosas hipótesis del “difusionismo”, ni pretendió nunca sacar conclusiones arbitrarias sobre quiméricos
contactos entre las culturas, sino que se limitó cautamente a aplicar las
reglas del contraste para mejor desentrañar el valor y la intención de cada
fenómeno”; conozcamos como “los congos en Cuba acostumbraban antaño
celebrar anualmente el día de la
Candelaria, el 2 de febrero, [en] una gran ceremonia en honor
de los antepasados, o sea de los
guiri como ellos dicen, ofreciéndoles ritualmente ciertas comidas y oraciones.
En esas ocasiones se verificaban bailes litúrgicos en que aparecían algunos
individuos con caretas, representando los guiris. En ciertas, sectas de
ascendencia conga, aún suelen reunirse los cofrades cada día 2 de febrero a
celebrar los ritos funerarios y a recibir a “las entidades” que se personan en
los trances de posesión que algunos experimentan durante los ritos”.
Estas manifestaciones muestran
unas realidades místicas que fueron extendidas por toda América.
“Cada nación –detalla en una de
sus innumerables investigaciones don Fernando Ortiz- o [cabildo inter-étnico,
porque no hay que olvidar, que cada cabildo estaba integrado por varias etnías]
y “ninguna más importante en el Caribe que la etnia yoruba, que con su palabra o término
lingüístico identifica a todas las tribus esclavizadas por la trata europea que
hablaban [y hablan la misma lengua,] y aunque no estuvieran unidas ni
centralizadas políticamente, esta denominación básicamente lingüística, nos
permite señalar que estas tribus africanas han estado vinculadas por una misma
cultura y la creencia de un origen común. Esta lengua es parte de la subfamilia
Kwa que a su vez, es un elemento de la gran familia lingüística africana que se
halla dividida en múltiples dialectos propios de las divisiones ancestrales
tribales de la humanidad por tiempos inmemoriales”,]
entonces cada cabildo de nación sacaba
sus procesiones con sus reyes, sus cortejos, sus dignatarios y sacerdotes, [Babalaos,
Babalochas, obas-olochas, iyalochas, obas, santeros y/o santeras tatás,
madrinas, padrinos y ahijados e iyawos], con sus músicas y cantos, sus bailes,
sus ritos y sus figuras con los atavíos ceremoniales”.
[“A estas formas de celebración “los
blancos” del “Viejo Mundo”, las consideraban verdaderos pandemoniums,
saturnales negras de escandalosa confusión]. Los africanos y todos los esclavos
gozaban de la gran licencia que tenían para estos días especiales” [Ortiz, 1985].
En estas ceremonias públicas “las
danzas pantomímicas con sus pasos, sus gesticulaciones y ademanes, sus
piruetas, sus vestidos, sus adornos, sus adminículos emblemáticos, son a modo
de ballets programáticos creados por un
pueblo artístico como el Yorubá,
a quien se atribuye la mejor coreografía del África negra, y poseedor de
una mitología muy dramática, episódica y compleja como la grecorromana. Sus
movimientos alegóricos ya suelen ser tan “estilizados” que los profanos no
siempre pueden comprender su significación si no se la explican.
Son
manifestaciones donde van bailadores,
sobre todo bailadoras y viejas, que se regodean dando a su danza toda la
mímica y ortodoxa expresión de sus ancestrales ritos. Estas danzas religiosas
yorubas son para ellos algo más que ballets, porque en ellas siempre interviene
el canto y en algunos casos la poesía del cántico es como una parábola
mitológica que los fieles entienden y tiene que ser representada en las
pantomimas del baile.
En uno de los bailes yorubas, el
canto y el baile parabólico a la diosa
u Orisha Oyá, está totalmente inspirado en su mitología porque ella es la diosa de la Justicia yoruba, como la Justicia de los clásicos
[pueblos imperiales romanos y griegos], vendada y sin luz.
En el himno, la historia del patakí, cuenta que
Oyá, había recibido de Olófi, el
Gran Dios, el encargo de preparar una comida con la blanquísima cascarilla de
huevo, [para dar el aché, el sacramento, la ofrenda, la suerte y la bendición].
Pero a Oyá se le olvidó y Olófi se sintió ofendido. Oyá había perdido la
cabeza.
En el baile ceremonial las
bailadoras rememoran a la diosa olvidadiza en su trance de arrepentimiento y
refieren el suceso de su desgracia, con la comida de laorí y de amalá que le había pedido Olófi, y el
terrible desvanecimiento de su memoria.
Por eso, la bailadora de Oyá se
pone las manos en sus sienes, con ese ademán de mímica universal que quiere
decir “se me fue la memoria” o “perdí la cabeza”. [En muchos lugares ceremoniales,
en Afroamérica] cuando se oye este canto de Oyá, muchos acostumbran ponerse sus
manos en la cabeza para que la diosa, abogada de los olvidadizos, les conserve
la buena memoria”.
Este es el gran aporte
sociocultural africano a la humanidad, a través de la creación y construcción
de un proceso muy singular que permitió poder transplantar ritos y creencias de
las cosmovisiones ancestrales yorubas, donde “diversas expresiones religiosas se
fueron uniendo al catolicismo (para crear una serie de sincretismos), que fusionaron y
lograron interactuar en muchas de las manifestaciones socioculturales
posibles de las sociedades afroindoamericanas de manera mancomunada y con una
fuerza sorprendente.
Las etnías africanas
intercruzaron su etnoculturalidad con las expresiones de origen occidental (y
así produjeron un proceso de transculturación)” que
dio origen a la Regla
de Osha o Afrosantería, donde se
asociaron los nombres de las deidades étnicas africanas (Orishas) con los Santos católicos del santoral cristiano
a través de múltiples expresiones complejas que dieron lugar a originalísimas
combinaciones estéticas que crearon novedosos timbres, tonos, ritmos, melodías,
armonías, cantos, danzas, valores, patakíes, poesías, pantomímicas,
musicalidades, que caracterizaron una civilización que festeja con optimismo y
vitalidad la esperanza en la vida hasta darle a las Artes una función social que es primordial para sus
espiritualidades. Para la humanidad es poder gozar y divertirse en bailes,
ceremonias y comparsas: con el gran “significado de lograr hablar con los
Dioses”.
Una enorme diferenciación en la
construcción de la religiosidad, con respecto a las otras ritualidades de
Occidente.
El maestro y ecobio mayor de la
cultura Afrocaribe Fernando Ortiz, (ibae bayé tonú) nos hablaba
que ahí estaba “la conciencia
tribal del arte africano porque mientras
un genio le infunde la creadora chispa de su individualidad, el coro le da la
masa con que se plasma; unos y otros cooperan a darle sus formas con una
vertebración de ritmos. Es un arte esencialmente dialogal”. Es arte que
interpela en la humanidad la posibilidad de interpretar el mundo y recrearlo,
que necesariamente le crea una nueva oportunidad a lo sacro sin constreñirlo.
Tengamos en cuenta que: “La música africana, es de cualidad esencialmente democrática,
pertenece a una cultura que con frecuencia es muy antigua, tiene una
filosofía esencialmente religiosa y ética y es primariamente agraria”
afirmó en 1944, el maestro Fela Sowande,
en “African Music”, un trabajo revelador que fue editado en Londres.
Recordemos que en las entretejidas etnoculturas que confluyen en el gran
universo simbólico Yorubá: Oyá, también es Yayá Kéngue. O puede
ser Oyá Yansá.
Oyá es rogada en lengua así: “Oyá
allegué allílodaá, obinillaguo, oguidimule Otico. Obiní Chocotovuencuen
talocueriolla, Oyá yumuso Ayuba”.

En el trabajo los “Orishas de la Salud y la muerte”, la etnógrafa y
etnóloga del folklore afrocubano, la
maestra Natalia Bolívar, nos cuenta que: “Oyá Yansá es una divinidad del río Níger,
que gobernó Oyó con Changó y fue una de sus amantes. Conozcamos uno de los
cantos a Oyá: Allílodaá
Ya Okú-o [lo que se trenza para la creación, madre, larga vida para ti.], Olomo
De Ke Eyó Ayaba [La dueña de los niños llegó: gritos de alegría. Nos viramos
para encontrarla.] Oyá de Ariwó, Oyá
Nsan Loro Sokotó [La que
desgarra llega con mucho ruido; la que desgarra y que rompe tiene una tradición
de pantalones.] Oyá de Ariwó o Mesan Loro Sokotó [La que desgarra llega con
mucho ruido, el nueve tiene una tradición de pantalones.] Y cuando sus hijos le hacen la salutación
apoyan el cuerpo en el suelo de medio lado, alternando el coco tanto al lado
izquierdo como al derecho y dicen: Oyá que parió, Oyá que castiga, Jecua
Jei, Yansa, Oyabi-Ikú! Oyá
junto a Eleguá, Orula y Obbatalá domina los cuatro vientos. En la Regla de
Ocha, algunos nombres de sus hijos son: Oyá Bi, Oyá Funké, Oyá Sumí, Oyá Mimú,
Oyá Obinidoddo, Oyá Ayawá, Oyá Odó-Oyá, Yansá Orirí y Oyá de Tapa. Se argumenta
por un pueblo africano que Oyá era la reina de Koso y tiene una hermana, Ayaó,
que es virgen y no se asienta. Su nombre en fon es Ayesán. En la Regla de Palo
se llama Centella Endoki, Remolino, Noche Oscura, Monte Oscuro, Viento Malo,
Malongo y Vira Vira. En la Regla de Kimbisa se llama Empungu Mama Wuanga, Yaya
Kengue, Mariwanga, Mama Wanga y Monte Oscuro.
El otro patakí de Oyá, es como su leyenda y ahí está trazado el avatar,
el camino, la fábula que con moralejas ayuda a la definición de sus dones y sus
atributos, casi siempre los Afrosanteros o practicantes se vuelven a su letra
para esclarecer con paralelos de sus y con sus vidas, los hechos de la cotidianidad
o para comprender los oddún, que son las letras de los sistemas adivinatorios
de la religiosidad, ya sea con el Obí, con el coco, con el diloggún de los Cauris o caracoles o para darle coco o
con el tablero del Ifá de Orula.
Se sabe que Oyá acompañó a Changó en todas las batallas, peleando a su
lado con dos espadas y aniquilando a los enemigos con su centella. Pero cuenta
el patakí que Oyá estaba casada con Oggún, pero se enamoró de Changó y él la
raptó, lo que originó la famosa pelea entre los dos Orishas. Un día, Changó
estaba alborotado en una fiesta cuando lo prendieron y encerraron en un
calabozo con siete vueltas de llave. Changó había dejado su pilón en casa de Oyá.
Pasaron los días y como Changó no venía, Oyá movió su pilón, miró y vio que
estaba preso. Entonces, Oyá cantó: Centella que bá bené, Yo sumarela sube,
Centella que bá bené Yo sube arriba palo. No dijo más que esto y el número siete se
formó en el cielo. La centella rompió las rejas de la prisión y Changó escapó.
Entonces vio que Oyá venía por el cielo en un
remolino, y se lo llevó de la tierra. Hasta aquel día, Changó no sabía
que Oyá tenía centella. Ahí empezó respetarla”.

Las hierbas del Omiero de Oyá son:
el pepinillo, el caimitillo, la higuereta, el cordobán, la hierba de pascua, la
cucaracha y el galán.
En “Miscelánea sobre Santería” se
incluye a la Granada o granadilla, el
plátano morado, el platanillo, la Quiebra, el hacha y el tamarindo. Son plantas
que se relacionan con el Orisha porque por lo general, se utilizan con más
profusión por sus facultades curativas y mágicas, en clara dependencia de las
divinidades a las cuales pertenecen o se “prestan”.
El hijo de un Santo no come los frutos de su Orisha, cuentan los
Babalochas Omó Shangó y Agapito. En algunos cultos también se sincretiza a la Orisha Oyá con Santa
Teresa de Jesús, Santa Clara y con la Virgen del Carmen.
La Investigadora Natalia Bolívar precisa que en La Habana y en Santiago
de Cuba lo hacen con la Virgen de la Candelaria y con la Virgen del Carmen. De
Matanzas a las Villas, los 15 de octubre se lo hace con Santa Teresa de Jesús.
En el Brasil se asocia con Santa Bárbara.
Oyá es considerada como una divinidad severa que está relacionada
directamente con el fenómeno de la muerte porque ella, Oyá, es la dueña de la
centella, dueña del viento, y a la vez es la portera del cementerio. Protege y
cuida a los muertos; es la sepulturera misma. El cementerio es su recinto. Se
dice que el mismo día que muere la persona, Oyá baja y le sacude su iruke en el
rostro en señal de bienvenida al cementerio. Esto es porque el muerto debe
entrar limpio al reino de Oyá.
Se puede advertir que Oyá es la madrina de las situaciones difíciles,
pues ella suele sacar la cara para hacerse cargo de un sujeto despreciado por
los otros Orichas. La memoria ancestral cuenta que una vez una cabeza se iba a
perder, entonces, Oyá la cogió.
Oyá viste ropa de cuadros y rayas, estampada en vivos colores. En la ropa
usa color vino y chal en todos los colores, o con cuadros en rojo y verde;
también se viste de retazos de distintos colores, siempre lleva el vestido a
media pierna, con medias blancas y zapatos.
Pocas veces baja en las ceremonias.
Pero, cuando cae en un proceso ritual sagrado, en la cabeza humana de un
afrosantero, Oyá llega, por lo general, con gestos fuertes, arrogantes y
violentos.
Oyá vive en un permanente estruendo de tambores, entre furtivas chispas y
crepitar de llamas. Los relámpagos cubren sus trenzas. Baila un torbellino de
música y colores como una manga de viento, que viene con la tempestad vestida
de arco iris. Oyá es la madre del fuego. Oyá vive en cuevas y tumbas, devora
noches entre fuegos fatuos y festivales de cocuyos. Oyá maneja los gusanos, es el cuero que habita en
lo profundo de la tierra, lanza la centella en las tinieblas. Sus ojos amenazan
como dos puñales de azabache. Oyá, lleva la corona en la cabeza, va con una cadena
de oro en el tobillo y muchos cascabeles en la saya. Conoce el viento que se
aleja de la tierra inmensa. Posee un plumero de cola de caballo negro. Oyá es
bella e hiriente. Oyá es fuerte, impetuosa, guerrera y decidida.
Aunque hay varias concepciones étnicas, que en la rogación habla de que
Oyá es la dueña de los niños, también hay otra consideración étnica que dice
que Oyá no tiene niños, ni le gustan, esa es otra de las explicaciones sobre
Oyá y la tenemos en cuenta, porque cada tradición tiene sus propias memorias,
su propia letra y camino como sus diferencias.
Oyá fue la mujer del dios de los metales [Oggún] y lo abandonó por Changó,
cabiosile, -que es el orisha mujeriego, dueño del color rojo, dueño del relámpago,
dueño de la palma real, el gran guerrero sincretizado con Santa Bárbara Bendita.
Oyá es la amante furiosa, su concubina oficial pues lo sigue por todas
partes. Ese amor entre Changó y Oyá, es un amor prohibido que incita la raíz de
las espadas. Es un amor marcado con candela. Se tiene en la memoria de las
leyendas que cuando Changó sale a la guerra, Oyá va delante, echando chispas,
peleando con dos espadas que tiene
siempre a su lado. Ellos dos, Oyá y Changó cuando se juntan con fuego y
vendaval hacen las guerras.
Sin embargo, para sorpresa terrenal Oyá es una diosa valiente que le
tiene miedo a las lagartijas. Oyá tiene
en su inventario de posibilidades, la particularidad de vestirse para que todos
la veamos, enroscándose en el cuerpo al arco iris con sus siete colores de
mujer. Oyá, como protección brinda con el amuleto que ella usa siempre y es el
collar de cuentas carmelitas rayadas en blanco y negro.
A Oyá, también le gusta que en sus ofrendas y adimús, le incluyan en el momento de hacer el sacramento y la
rogación pertinente: la frutabomba, el
bejuco alcanfor, el cabo de hacha, el caimito, el caimitillo, la gallina, la
paloma, la combustera cimarrona, la
ciruela, la maravilla, la picuala, el chivo de carne y el bronce de metal.
Según Silvia Govín: “El número cabalístico de Oyá, es el
9, la gran planta es el Framboyán, su
flor es la Dalia como también es la de las Milflores, su camino lo da Obinidoddo, se materializa simbólicamente
en las Piedras del cementerio, su mineral es el cobre, su atributo, son la
serie de objetos que responden, en cada caso,
a una forma muy definida de propiedad específica –de pertenencia del
Orisha y en su tradición ancestral-, los cuales se identifican de manera muy
directa a quien le corresponde este sentido de posesión natural, por ejemplo
para Oyá están: el iruke negro, las 9 manillas, la corona con
9 salientes y 9 colgantes, la guadaña, la pala, el pico, la serpiente, el
machete, la careta, el cascabel, la centella y el rayo. En ese sentido, los dominios de Oyá están en la puerta delantera del
cementerio, en las centellas, en las tempestades, en los vientos, y en las
ráfagas, ahí donde Oyá tiene todo su poder y señorío”.

La maestra Natalia Bolívar considera que dentro de los atributos: “El
iruke negro debe estar adornado con las mismas cuentas de sus collares (menos
el negro), dentro de la cual van nueve Otás/Otán [que son las piedras de santo,
piedras pequeñas, rara vez mayor que una
toronja y generalmente del tamaño del puño o menor]. Sobre
la sopera se coloca la corona de la cual nacen nueve piezas y, a veces, pueden
ser las nueve manillas de cobre entrelazadas”.
Hay quienes dicen que la boca de Oyá, está rajada por la llama viva y
roja de su lengua, en ella habita la pasión. En las ceremonias rituales sagradas se la llama tocando el suelo de la
tierra con los dedos, diciendo: “Jeri Jecua Jeri Jecua Yansá”.
Oyá, -se argumenta por parte de los Afrosanteros- barre la vida con su
falda y espera encima de la noche entre
todos los vientos de la vida. Oyá como orisha que trabaja con los antepasados, es muertera y los
Afrocaribeños le invocan con mucho respeto y consideración, -desde la Regla de Osha en la lengua
Yorubá-, con las siguientes expresiones: “Oyá yegbe iya mesa oyó orun
afefe iku lele bi oke ayaba gbogbo loya obirin oga mi ano oga mo gbogbo egun
oricha ni abaya oyu ewa oyansan oyeri Jecua iya mi obirin ni kiukuo lé fun
olugba ni Olófi nitosi wa ayaba nikua odukue”. La etnopalabra ceremonial que se puede
traducir al castellano es: “Tienda de comer al lado, madre de Dios en el Cielo,
viento de la muerte, remolino de lo alto, reina de todo mercado, mujer dueña de
todos los espíritus, dueña de la enfermedad, santa de la raya en la cara
bonita, mercado del viento, entiende ver, viva madre nuestra, mujer de mucho
poder, mandato de Dios y Olófi para ser la reina de la muerte, Odukue,
Gracias!”.
En el Anagó de la maestra Lydia Cabrera, está la siguiente rogación a la
catolizada Oyá: “Oyá
jéri jéri Jecua obini dódo Oyá wolé nile
irá”, “Oyá, que castigas con la chispa y
que cuando apareces das un estampido, hazlo”.
En Bogotá, esta es la Oración
a Nuestra Señora de la
Candelaria: “Ilumina el sendero de nuestra existencia y
condúcenos ante tu divino Hijo que es nuestra salvación. Desde tu trono de
amor, Madre de la
Candelaria escucha nuestra plegaria y danos tú bendición”,
que está detrás de la estampa que desde la reapertura de la Iglesia de la
Candelaria se reparte a la comunidad católica por parte de los Agustinianos.
Es de anotar que el músico William Morales, en una de las preparaciones
para la celebración de la Fiesta Mayor en el barrio de La Candelaria, nos logró
mostrar a una de las imágenes de la virgen africanizada que ya hoy no se
publican inexplicablemente y por su puesto con otro tipo de oración
cristianizada. También nos contó nuestro avezado y culto maestro de las músicas
del mundo que en España están en una Iglesia las dos vírgenes: una Europea y la
otra Africana.
En la Costa del Caribe se tienen también dos hermosas versiones de la
imagen de la Candelaria. Hay otras versiones de oraciones hechas a la Virgen de la Candelaria, lo
mismo que diversas imágenes que de todos modos vamos a retomar gráficamente
para que puedan darse una idea completa de las variaciones.

En Colombia, la maestra del canto Afrocaribeño Sonia Bazanta, Totó la
Momposina, ha interpretado una hermosa
cumbia “Dos de Febrero”, composición de Pacho Cobilla, dedicada a la Fiesta de
la Candelaria, que es un “The Festival of the Virgen of the Candelaria occurs
every year on February 2nd in the towns and villages of the Atlantic Coast. There is
a Carnaval atmosphere with music and dancé in the streets. Noche del dos de Febrero/ Fiesta
de la Candelaria/ Una ventana, un lucero/ Y un ritmo mestizo y paria” trabajo
musical que ha quedado registrado en el
CD “La Candela Viva” y que fue editado
por MTM, Realword/Virgin y talento, 018019-2. En el interior del folleto
informativo, John Hollis argumenta que: “The sons, Dos de Febrero, [es una] the
cumbia is one of the most popular rhythms and dances in Colombia. Its mixture
of rhythms, melodies and dance costume makes it a fine example of the combined
sentiments of Indian, Spanish And African cultura”.
En Cuba, las particularidades de las fiestas están determinadas por las celebraciones de
la Iglesia Católica que conmemora la ceremonia de la purificación de la Virgen de la Candelaria
mediante una procesión con candelas.
Esta procesión se originó en la Edad media, en el siglo V, y acostumbraba
incluir una visita al cementerio, generalmente contiguo a la iglesia. También
se recuerda que desde el mismo siglo V, la conmemoración de este acontecimiento
se efectuaba mediante la procesión con velas.
Cuenta la maestra Natalia Bolívar que la Virgen de la Candelaria es
considerada patrona del pueblo de Candelaria. Interpreta la maestra Natalia que
el pueblo Afro al observar que el 2 de febrero el sacerdote de la Villa llegaba
al Ingenio Azucarero para bendecir todas las velas que hubiese ante la imagen
de la Virgen y más adelante prenderle las consagradas durante el mal tiempo, los
esclavos asociaron a la Candelaria con Oyá.
¡Muchas Gracias!
Ashé para todos!
“Maferefum Moyugba Eleguá Moyugba
Olófi! y Aloddé, Maferefum eguns Maferefum Ochá Maferefum Gangá Aché
Bogbuudé!!” como lo enuncia la Tatá Mayor e Iyalocha Merceditas Valdés.

Nota
Editorial: Nuestra participación en esta
oportunidad, está enfocada a mostrar en una actividad lúdico-académica de
acción directa con la ciudadanía en general,
este manuscrito-conferencia como una contribución de la COMPARSA LA LIBERACIÓN DE OYÁ EN LA
CANDELARIA, de la Asociación Sociocultural
Amigos de la Afrosantería,
que hace sus apariciones en las conmemoraciones cada vez que se da la Fiesta
porque hace parte de esas formas simbólicas de encontrarse con los rituales y
aprender en el contacto con los demás espacios sagrados algo que viene
instalado en la memoria de los genes de quiénes habitamos el mundo de la tierra
y que transmigramos para aprender que el espíritu libre va trasegando
construyendo esperanza para las formas de la africanidad liberadora y estrecha
con los pálpitos del corazón del lenguaje del Santo y la Osha! Maferefum a Oyá,
Maferefum a la Obra de Santo a Merceditas Valdés, Maferefum a la Obra de Santo de Celina González,
Maferefum a la Obra de Santo de Celia Caridad Cruz Alfonso de Knight.
Copyright,
Luis Tasceche© 2006-2007,
“El Regreso de los Ancestros”.